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Hablar del caso de Rosa Elvira Cely genera muchos sentimientos encontrados, pues no solo se convirtió en un símbolo de la lucha contra la violencia de género en Colombia, sino que también tuvo un profundo impacto social y legal.
Su caso llevó a la promulgación de la Ley 1761 de 2015, conocida como la ‘Ley Rosa Elvira Cely’, que tipifica el feminicidio como un delito autónomo y endurece las penas para los agresores, la indignación social generó marchas multitudinarias y una mayor conciencia sobre la violencia de género en el país, impulsando políticas públicas para la protección de las mujeres, pues representa a muchas mujeres que hoy ya no tienen voz para delatar a quienes atentaron contra sus vidas.
Mujeres que no son escuchadas en el país o que simplemente fueron dejadas en el olvido por no ser “nadie” socialmente.
Gracias a las personas que se unieron para exigir justicia en las calles, hoy se conoce el caso de Rosa Elvira Cely, una mujer de 35 años que fue cruelmente agredida por Javier Velasco, su compañero de clase en ese momento, quien la llevó hasta el Parque Nacional y le arrebató la vida con una sevicia indescriptible, demostrando una frialdad y maldad incomprensibles.
Rosa Elvira Cely tenía 35 años cuando Javier Velasco apagó su vida, en ese momento, era vendedora ambulante y estudiaba en horario nocturno en el colegio Manuela Beltrán, en Bogotá, porque quería terminar su bachillerato, surgir profesionalmente y ver crecer a su hija, quien en ese entonces tenía 12 años.
TODOS los DETALLES del CASO ROSA ELVIRA CELY | Pao Pineda
ROSA ELVIRA CELY
Rosa Elvira Cely tenía 35 años cuando Javier Velasco apagó su vida, en ese momento, ella era vendedora ambulante y estudiaba en horario nocturno en el colegio Manuela Beltrán, en Bogotá, porque quería terminar su bachillerato, surgir profesionalmente y ver crecer a su hija, quien en ese entonces tenía 12 años y hoy tiene 23.
No sé si por cuestiones del destino, por falta de precaución o simplemente por las circunstancias de la vida, su camino se cruzó con el de su asesino.
El miércoles 23 de mayo de 2012, en la noche, Rosa Elvira salió de estudiar como de costumbre, a las 10:00 p.m., como todos los alumnos, salió del colegio cuando Javier Velasco le ofreció llevarla a su casa, pero antes la invitó a tomar una cerveza junto a Mauricio Ariza en un establecimiento cercano, en Chapinero.
Ella no los conocía completamente, solo había compartido con ellos un par de veces fuera del colegio, pero confió en su buena fe, al igual que en la de sus demás compañeros de estudio.
¿QUÉ PASO ESA NOCHE?
Compartieron un rato y, cuando decidieron que era momento de irse a sus casas, Velasco se ofreció a llevarla en su moto, aproximadamente entre las 2 y 3 de la madrugada, Rosa Elvira aceptó, confiando en que pronto estaría en casa con su hija, pero lamentablemente, ese no era el plan de Velasco.
En lugar de llevarla a su destino, tomó un rumbo distinto y la condujo hacia el Parque Nacional, allí, en medio de la oscuridad, apagó su vida, sus sueños, su futuro y todo lo que ella había construido con tanto esfuerzo.
Pero Velasco no estaba solo, con él venía su cómplice, Mauricio Ariza, quien participó en el acto atroz que le arrebataría a Rosa Elvira la posibilidad de regresar a casa.
Juntos, la sometieron a una violencia indescriptible, cegados por la maldad y la impunidad que los rodeaba.
¿QUIÉN ERA JAVIER VELASCO?
Javier Velasco era conocido como el hombre del arete de la moto, un apodo que hacía referencia a su apariencia particular y su personalidad, Detrás de esa imagen, se ocultaba un individuo con un historial criminal escalofriante.
Años atrás, en 2002, había asesinado a otra mujer, pero la justicia lo dejó en libertad argumentando que padecía problemas mentales y que no sabía lo que hacía, pero los estudios psiquiátricos posteriores revelaron que siempre había sido plenamente consciente de sus actos, dejando claro que no existía excusa alguna para lo que hizo con Rosa Elvira.
El caso de Rosa Elvira demuestra cómo la confianza en las personas equivocadas puede cambiar el destino en cuestión de segundos. Ella nunca imaginó que esa noche terminaría de la peor manera, en manos de alguien que creía conocer, y en un lugar que debería ser un espacio de recreación y tranquilidad, pero que se convirtió en el escenario de una de las tragedias más recordadas de Colombia.
ROSA ELVIRA SOBREVIVIENDO A UN ATAQUE
Velasco pensó que, luego de ultrajarla de esa manera, Rosa Elvira ya no estaba viva, por lo que la dejó allí, abandonada en la oscuridad del Parque Nacional.
Junto con su cómplice, le propinaron múltiples heridas con un arma blanca, golpearon brutalmente su cabeza, posiblemente con un casco, y la sometieron a torturas sexuales inimaginables que destrozaron su útero e intestinos, dañaron irreversiblemente su cuerpo, con una sevicia que difícilmente se puede describir con palabras.
Tras creer que habían terminado con su vida, encendieron sus motos y se marcharon sin mirar atrás, convencidos de que su crimen quedaría impune.
Pero Rosa Elvira, con el poco aliento que le quedaba, sacó fuerzas de donde parecía no haberlas, con un esfuerzo sobrehumano, logró alcanzar su celular y marcó a la línea de emergencia 123. Eran aproximadamente las 4:30 a.m. del jueves 24 de mayo.
Sin embargo, sus primeras llamadas no fueron claras; su voz era débil, entrecortada, apenas podía articular palabra, lamentablemente, la línea de emergencias había recibido tantas llamadas falsas en el pasado que en un principio no tomaron su solicitud con la seriedad que ameritaba.
Desesperada, apenas pudo susurrar que había sido atacada y que necesitaba ayuda urgente, el operador intentó obtener información más precisa sobre su ubicación, pero ella no podía describir exactamente dónde estaba, pues sus agresores la habían arrastrado por la zona antes de dejarla abandonada.
La llamada se cortó, y en un segundo intento logró dar algunas indicaciones más precisas, mencionó que estaba cerca de la Circunvalar, a la altura de la calle 45, y que podía escuchar un río cercano.
La búsqueda por parte de la policía y los bomberos se extendió durante una hora, no tenían pistas concretas, ni un punto exacto de referencia, la zona era amplia, oscura y llena de vegetación, lo que complicaba aún más la labor de rescate, solo sabían que debían encontrarla cuanto antes, pues cada minuto que pasaba disminuía sus posibilidades de sobrevivir.
Pero tras un arduo esfuerzo, lograron localizarla a unos 200 metros de una vía principal, cerca del Río Arzobispo, la encontraron en condiciones desgarradoras, semidesnuda, cubierta de sangre, con signos de hipotermia y un evidente estado de shock.
Su cuerpo estaba al borde del colapso, pero aún conservaba fuerzas suficientes para pronunciar los nombres de sus agresores, revelando la identidad de Javier Velasco y Mauricio Ariza.
LLAMADAS DE ROSA ELVIRA
Tras el contacto que Rosa hizo con la línea 123, un teniente de la Policía de Chapinero intentó comunicarse con la víctima.
Esta es la reconstrucción del diálogo, según el relato del oficial:
5:10 a.m.: Rosa contesta: “Auxilio, auxilio… me estoy muriendo”. El policía le responde que la están buscando. Rosa afirma que no puede moverse y cuelga.
5:15 a.m.: El teniente vuelve a llamarla y le pide que deje el teléfono cerca para escuchar el ambiente y tratar de identificar el lugar. Rosa cuelga nuevamente.
5:25 a.m.: El policía llama de nuevo. Rosa le dice: “Hay un barranco, veo muchos árboles”. El teniente le pregunta si hay agua cerca. “Sí, sí, veo agua”, responde ella. Con base en la información proporcionada sobre los últimos lugares que observó, el oficial deduce que se trata del río Arzobispo.
5:45 a.m.: El teniente intenta que la víctima siga hablando. “No, yo me estoy muriendo”, dice Rosa. Cinco minutos después, un patrullero la encuentra.
UNA LARGA LUCHA POR LA VIDA
Una hora después de iniciar la búsqueda, lograron encontrarla, se encontraba a 200 metros de una vía que atraviesa el Parque Nacional y junto al río Arzobispo, la imagen que los rescatistas encontraron fue realmente estremecedora, nadie podía creer lo que veían, una mujer tendida en un charco de sangre, golpeada, con signos de hipotermia y a punto de morir, además, mostraba claros signos de estrangulamiento, lo que indicaba que sus agresores querían acabar con su vida a toda costa, lo más aberrante era que sus partes íntimas sangraban sin cesar, y ella solo llevaba puesta una camisa rosada, estando semi desnuda.
Mientras esperaban la llegada de la ambulancia, que tardó 35 minutos desde la llamada de emergencia, la acercaron al motor del camión de bomberos para elevar su temperatura rápidamente, la clave de este momento, y gracias a la fuerza que aún le quedaba, fue que Rosa logró decir dos nombres cuando le preguntaron quiénes la habían atacado, Javier Velasco y Mauricio Ariza. Con esta información, ya podían comenzar una investigación más precisa.
La ambulancia que la transportó no fue la que se había solicitado, sino una que pasó por el lugar, cuando llegó, decidieron llevarla al hospital Santa Clara, que se encuentra a aproximadamente 20-30 minutos de la zona, a pesar de que el hospital San Ignacio, mucho más cercano, estaba a solo dos minutos, y el hospital Militar a cinco minutos más o menos.
Según las declaraciones, la llevaron a Santa Clara porque Rosa no tenía seguro médico y ese hospital es de nivel III.
Rosa llegó al hospital Santa Clara alrededor de las 7:00 a.m. Aunque no se sabe con exactitud desde cuándo comenzó su tortura, los médicos quedaron impactados al examinarla, durante la intervención, los profesionales descubrieron que su pelvis, útero e intestinos estaban destrozados.
Además, encontraron fragmentos de madera, tierra y hojas que le habían introducido en su cuerpo. Estaba completamente destrozada.
Rosa Elvira luchó por su vida durante cuatro días, pero, lamentablemente, el 28 de mayo falleció, el daño a sus órganos intestinales provocó una peritonitis, una infección interna que dañó rápidamente su cuerpo.
Los médicos tuvieron que reconstruir casi todo su organismo, pero la gravedad de sus heridas resultó insuperable.
INCONSISTENCIAS EN EL CASO
Desde el primer momento de su contacto con la línea 123, se sucedieron diversas inconsistencias que rodearon el caso de Rosa Elvira, la llamada de emergencia que ella misma realizó, pidiendo auxilio mientras luchaba por su vida, no fue tratada con la urgencia que merecía.
La Policía de Chapinero tardó en localizarla, y cuando lo hizo, la ambulancia que había sido solicitada nunca llegó, en su lugar, una ambulancia que pasaba por el lugar fue la que finalmente la trasladó, pero no hacia el hospital más cercano, como sería lógico, sino hasta el hospital Santa Clara, que se encontraba a una distancia considerable, a unos 20-30 minutos del lugar del ataque, este retraso no solo dificultó su atención, sino que también sembró dudas sobre la eficacia del proceso de emergencia.
En cuanto al inicio de la investigación, surgieron más problemas, al ser víctima de violencia sexual, se le debían tomar muestras forenses para comenzar con la investigación judicial.
Sin embargo, la persona encargada de autorizar la toma de estas muestras no se encontraba en el hospital en ese momento, como resultado, las muestras fueron dejadas en el hospital, sin ser procesadas inmediatamente, lo que retrasó el comienzo de la investigación.
Pasaron dos días antes de que los familiares de Rosa pudieran obtener una respuesta, a pesar de sus esfuerzos por denunciar y obtener ayuda, no encontraron apoyo hasta que una doctora intervino para agilizar el proceso, finalmente, el viernes en la noche se recogieron las pruebas que servirían para esclarecer los hechos.
Según el testimonio de la hermana de Rosa, ocho días después del ataque, regresaron al lugar donde se había encontrado a la víctima para hacer un reconocimiento de los objetos hallados en el área, encontraron ropa, parte del chaleco de moto de Velasco, un pantalón en un lado, y los zapatos en otro, pero todo había sido alterado con el paso del tiempo.
La evidencia ya no estaba intacta, y debido a la demora en la investigación, muchos rastros se habían perdido, la necesidad de haber realizado una recolección de pruebas inmediata, justo después de encontrar a Rosa moribunda, se hacía cada vez más evidente.
El 31 de mayo, Rosa Elvira fue sepultada, dejando un legado de sufrimiento, injusticia y un caso marcado por las inconsistencias de un sistema que falló en brindarle la atención y protección que merecía.
AUDIENCIA
El 1 de junio, Javier Velasco fue finalmente capturado cerca de un colegio en la noche, fue acusado de homicidio agravado y tortura por la brutal agresión que sufrió Rosa Elvira.
Sin embargo, la defensa de Velasco intentó nuevamente evadir la justicia alegando que su cliente era mentalmente enfermo, solicitando exámenes psiquiátricos para que pudiera ser declarado inimputable y, de esta forma, quedar en libertad, esta estrategia para librarse de la responsabilidad penal fue rechazada por la justicia.
Durante la audiencia, la defensa trató de argumentar que Velasco no era responsable de sus actos, pero la acusación presentó pruebas alarmantes, se reveló que Velasco ya había sido implicado en un crimen anterior.
El 3 de mayo de 2002, había asesinado a Dismila Ochoa, a quien dejó abandonada en la esquina de una calle, el cuerpo de la víctima fue encontrado por las autoridades, y tras seguir el rastro de sangre, se llegó a Velasco. En esa ocasión, él alegó que la mujer lo atacó, por lo que tuvo que defenderse hasta matarla. Sin embargo, ese caso fue cerrado rápidamente por un juzgado de descongestión sin examinar adecuadamente el cuerpo de la víctima, lo que permitió que Velasco quedara libre.
En ese momento, Velasco también afirmó tener problemas psicológicos y fue sometido a un estudio psiquiátrico durante seis meses, lo que llevó a la resolución del caso a su favor, además, tenía una orden de captura por violación a menores de edad, incluyendo a una hija e hijastros, así como una violación a una trabajadora sexual.
Velasco era un criminal peligroso que había escapado de la justicia en varias ocasiones debido a la falta de una respuesta adecuada por parte de las autoridades.
Por su parte, Mauricio Rojas Ariza, el segundo sospechoso, se entregó el 2 de junio, asegurando que no conocía a Rosa Elvira y que no tenía nada que ver con el crimen, pero durante la investigación no se encontraron pruebas de ADN que lo vincularan al caso, en las audiencias, se argumentó que si Mauricio hubiera estado involucrado, Velasco lo habría delatado, a pesar de las especulaciones, no se pudo demostrar su participación en el feminicidio.
A pesar de la defensa de Velasco, los médicos psiquiátricos que lo examinaron no se prestaron a la manipulación de su estado mental, los estudios demostraron que Velasco era plenamente consciente de sus actos y, por lo tanto, no podía ser considerado inimputable. Era una persona que llevaba una vida aparentemente normal, tenía trabajo, responsabilidades, estudiaba y no mostraba ningún comportamiento inusual que indicara problemas mentales, los especialistas concluyeron que era consciente de sus acciones y de la gravedad de sus crímenes.
Al ver que su defensa no prosperaba, Velasco decidió declararse culpable, en su declaración, reconoció que había estado con Rosa Elvira en una discoteca, donde consumieron alcohol y drogas, sin embargo, lo más irónico de su testimonio fue que aseguró no recordar lo que sucedió después, argumentando que perdió el conocimiento en el momento de intentar llevar a Rosa Elvira a su casa.
A pesar de esta alegación, la medicina legal aclaró que la declaración de inimputabilidad no significaba que quedara libre, sino que debía ser tratado bajo medidas de aseguramiento para proteger a la sociedad.
En cuanto a la pena, Velasco fue sentenciado a la pena máxima de 60 años de prisión, pero debido a la aceptación de los cargos, se le aplicó una rebaja de hasta el 33%, lo que redujo su condena a aproximadamente 35 años, a pesar de la rebaja, la sociedad ejerció una fuerte presión para que la condena fuera ejemplar, y aunque se trató de una victoria parcial, muchos consideraron que no era suficiente.
El caso de Rosa Elvira no solo fue un proceso judicial doloroso, sino también un símbolo de las falencias del sistema de justicia frente a la violencia de género y los abusos sistemáticos, la lucha de sus familiares, la presión social y la condena a Velasco fueron una señal de que, aunque se alcanzó una condena, el sistema aún debe trabajar más para garantizar que la justicia sea realmente ejemplar.
LEY ROSA ELVIRA CELY LEY 1761
Este caso, además de conmocionar al país, generó un fuerte movimiento social que abogó por un cambio en las políticas públicas respecto a la violencia de género, la presión de las organizaciones feministas y de mujeres que lucharon durante años para que el Estado reconociera la violencia que enfrentan las mujeres, y la necesidad de una investigación judicial adecuada, dio frutos.
El 6 de julio de 2015, se promulgó la Ley Rosa Elvira Celi, Ley 1761, la cual marcó un avance significativo en el reconocimiento de la violencia de género en Colombia.
Esta ley, en honor a Rosa Elvira, establece medidas más contundentes para sancionar los crímenes de violencia contra las mujeres, especialmente aquellos relacionados con el feminicidio, además, esta normativa busca garantizar una investigación judicial más adecuada y efectiva en los casos de violencia de género, buscando una mayor protección para las mujeres en el país y la implementación de políticas públicas que combatan la violencia machista.
La promulgación de esta ley fue una victoria importante en la lucha por los derechos de las mujeres, ya que, aunque el caso de Rosa Elvira fue trágico, su historia inspiró a muchas personas y organizaciones a trabajar por un cambio real en la justicia y la protección de las mujeres, asegurando que hechos tan atroces no queden impunes.
EL ESTADO CONDENADO
El 2 de agosto de 2023, se conoció que varias entidades del Estado fueron condenadas por su responsabilidad en la muerte de Rosa Elvira Celi, este fallo fue un paso importante en la lucha por la justicia, ya que las entidades involucradas fueron señaladas por negligencia y falta de acción ante los hechos ocurridos.
La condena apuntó a que hubo una serie de fallos y omisiones en el manejo del caso desde el momento en que Rosa Elvira fue encontrada, pasando por la demora en la atención médica, hasta las deficiencias en el proceso judicial que siguió.
Entre las entidades señaladas se encontraba la Policía, los servicios de emergencia y las instituciones médicas, que no actuaron de manera oportuna ni adecuada para garantizar la vida de la víctima, a pesar de las evidentes señales de su grave situación.
Este fallo puso en evidencia las falencias en el sistema judicial y de seguridad del país, especialmente en casos de violencia de género, donde la respuesta de las autoridades no fue lo suficientemente eficiente para evitar que el crimen quedara impune.
La sentencia también subrayó la necesidad urgente de mejorar los protocolos de atención a víctimas de violencia, garantizar la capacitación de los funcionarios y fortalecer las leyes de protección para las mujeres.
La condena a estas entidades representó un importante avance para la justicia, ya que reafirmó que las víctimas de violencia de género merecen una atención inmediata y efectiva, y que el Estado tiene la responsabilidad de garantizar su seguridad y el respeto a sus derechos.