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MASACRE EN LA PLAZA DE TOROS – SANGRE EN LA ARENA

25/01/2025
plaza de toros

La tarde del 5 de febrero de 1956 comenzó de una forma rutinaria, con el bullicio típico de la ciudad y la quietud del clima bogotano, la Plaza de Toros Santa María, ubicada en el centro de la capital colombiana, se preparaba para albergar lo que aparentemente sería una tarde tranquila de protestas políticas y sociales.

Sin embargo, pronto ese lugar, que normalmente evocaba imágenes de toros y fanatismo, se transformaría en el escenario de una masacre que marcaría a Colombia para siempre.

GUSTAVO ROJAS PINILLA

El contexto político de la época era tenso, Colombia vivía bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, quien, tras haber derrocado al gobierno constitucional de 1953, consolidaba su régimen de mano dura con el apoyo de los militares, durante este periodo, el país se encontraba dividido entre los partidarios del gobierno y aquellos que, como muchos sectores de la oposición, luchaban por recuperar la democracia.

Ese 5 de febrero, un grupo de ciudadanos se reunió en la Plaza de Toros Santa María para protestar contra las injusticias del gobierno.

Su principal objetivo era hacer visible su descontento por la represión y la creciente militarización del país. No estaban armados, solo portaban pancartas, algunas consignas y una causa que, en su momento, parecía justificada, la lucha por la democracia.

A medida que la multitud crecía, las fuerzas del gobierno comenzaron a movilizarse para controlar la situación, la tensión en el aire era palpable, a medida que los manifestantes se concentraban más en el centro de la plaza, un cordón de soldados se fue posicionando alrededor, fue en ese momento cuando la situación explotó.

Según los testimonios de varios sobrevivientes, lo que comenzó como una manifestación pacífica pronto se convirtió en una masacre cuando el ejército, sin previo aviso, abrió fuego contra los manifestantes, las balas comenzaron a perforar el aire, y en cuestión de minutos, la Plaza de Toros Santa María se convirtió en un baño de sangre.

Los hombres y mujeres que se habían reunido para alzar su voz por la libertad, fueron abatidos por las fuerzas militares, sin ningún tipo de remordimiento o intento de negociación.

La confusión reinaba en el lugar, las personas intentaron huir, pero muchas fueron atrapadas en el caos. Otros cayeron en el suelo, heridos, mientras que los gritos de auxilio se mezclaban con el sonido de los disparos.

La Plaza de Toros, un lugar destinado a las celebraciones y tradiciones populares, fue transformada en un escenario de horror, con cuerpos tendidos en el suelo, entre la pólvora y la desesperación.

No solo la represión fue atroz, sino también la manera en que la información fue manipulada. El régimen de Rojas Pinilla intentó minimizar el incidente, presentando a los manifestantes como terroristas y agitadores que, según el gobierno, estaban poniendo en peligro el orden público, las autoridades trataron de silenciar las voces de los testigos, impidiendo que se hablara abiertamente sobre lo que sucedió en ese escenario de violencia.

La masacre de la Plaza de Toros Santa María se convirtió, así, en un episodio incómodo de la historia colombiana, silenciado y olvidado por muchos durante años.

Sin embargo, para quienes sobrevivieron y para aquellos que sufrieron la pérdida de sus seres queridos, el recuerdo de ese día nunca desapareció, la masacre fue un símbolo de la lucha por la libertad y la democracia en Colombia, un recordatorio de que, en las dictaduras, el costo de la lucha por los derechos humanos puede ser trágico y sangriento.

A pesar del paso del tiempo, el 5 de febrero de 1956 sigue siendo una herida abierta en la historia del país, la Plaza de Toros Santa María, en su silencio y abandono, guarda los ecos de los gritos de aquellos que no pudieron ver justicia, ni en su tiempo, ni después.

Hoy, más de seis décadas después, la masacre sigue siendo un recordatorio de la represión, la violencia política y el olvido al que fueron sometidas las víctimas, pero también un llamado a no dejar que el horror del pasado se repita en el futuro.

Sangre en la arena, la MASACRE en la plaza de toros ┃ Pao Pineda

Los preparativos para la corrida de toros

corrida de toros

A las 3:00 de la tarde, la Plaza de Toros Santa María, ubicada en el corazón de Bogotá, comienza a llenarse con el bullicio de los asistentes, el sol de la tarde ilumina la ciudad, mientras el aire se siente cálido, como un día cualquiera, en los alrededores, los vendedores ambulantes ofrecen su mercancía, refrescos, dulces, y recuerdos de una tradición que sigue viva en el imaginario popular.

Las familias, parejas y grupos de amigos se acomodan en sus asientos, preparándose para la tradicional corrida de toros que promete ser una tarde de espectáculo y adrenalina.

Sin embargo, lo que muchos no saben es que, en ese mismo espacio, se fraguaba un plan sombrío, una trampa que transformaría esa jornada en una tragedia sangrienta.

Los asistentes no perciben aún que en la Plaza de Toros Santa María se gesta un conflicto mucho mayor que los ruedos, los murmullos de la multitud y el bullicio de los puestos ambulantes ocultan el verdadero drama que se está desarrollando en las sombras.

A lo lejos, algunos agentes del gobierno, infiltrados entre los asistentes, observan con detenimiento a los presentes, la calma previa a la corrida es la antesala de una batalla mucho más peligrosa y mortal que cualquier enfrentamiento en el ruedo.

Se sientan los protagonistas del conflicto

plaza de toros

A las 3:30 de la tarde, mientras las primeras filas de la plaza se van llenando, los agentes del Servicio de Inteligencia Colombiano comienzan a tomar sus lugares entre la multitud, no son simples espectadores; son actores clave en la maquinaria del régimen de Gustavo Rojas Pinilla. Su misión es clara, incitar a una manifestación pro-gubernamental y, al mismo tiempo, eliminar cualquier intento de protesta.

A medida que los infiltrados se mezclan con los civiles, los murmullos en los pasillos de la plaza se hacen más intensos, es imposible para los asistentes saber quiénes son los verdaderos enemigos del régimen y quiénes son los que se atreven a desafiarlo.

Mientras tanto, en las gradas, las tensiones crecen, unos pocos comenzaron a hablar sobre la creciente represión política en el país y los rumores de las persecuciones a la oposición, los ojos se cruzan, algunas miradas furtivas se intercambian, como si la plaza misma fuera una metáfora del país dividido por las fuerzas del poder y la resistencia.

Los sentimientos de inquietud flotan en el aire, y aunque muchos intentan mantener una apariencia de normalidad, todos sienten que algo más grande y peligroso está ocurriendo.

La hija de Rojas Pinilla llega a la Plaza

maria eugenia rojas

A las 4:00 de la tarde, la hija del presidente, María Eugenia Rojas, hace su entrada triunfal en la Plaza de Toros Santa María, su llegada, inesperada y cargada de simbolismo, provoca una oleada de murmullos entre los asistentes.

Las gradas se llenan de un susurro colectivo, es evidente que muchos de los presentes no simpatizan con el régimen y ven la figura de María Eugenia como un recordatorio palpable de la tiranía que gobierna el país, ella, al parecer ajena a la repercusión de su presencia, comienza a caminar por el pasillo central, mientras algunas personas se levantan para mirarla con desaprobación.

El aire en la plaza se hace más denso, la molestia de muchos se convierte en una fuerza palpable, la joven María Eugenia no esperaba esta reacción, y su rostro refleja una mezcla de incomodidad y desconcierto.

Sin embargo, los gritos de protesta comienzan a elevarse. Algunos en las gradas comienzan a corear “¡Fuera Rojas!” con más fuerza, mientras otros se suman a la protesta, exigiendo la salida de la hija del dictador, este momento marca el punto de no retorno, ya que lo que era una jornada de esparcimiento comienza a transformarse en una muestra de desobediencia y resistencia.

El primer grito: ¡Fuera Rojas!

fuera rojas

A las 4:15, los murmullos que surgieron al principio se convierten rápidamente en gritos feroces. “¡Fuera Rojas!” resuena por todo el estadio, mientras la multitud toma conciencia de la magnitud de su acto de rebeldía, el pueblo, cansado de la opresión, no se conforma con ser un espectador más de las injusticias que se cometen en el país.

La situación política del país es insostenible, y la represión del gobierno ha alcanzado niveles intolerables. Los asistentes, ya cansados del miedo, se lanzan a expresar su rechazo de manera abierta.

La protesta no es solo contra María Eugenia, sino contra la tiranía de su padre, contra la censura y la brutalidad del régimen, aunque muchos permanecen en silencio por temor, ese día en la plaza se alzan voces que exigen justicia.

Los agentes infiltrados entre la multitud, algunos confundidos con civiles, comienzan a tomar nota de los que lideran la protesta, marcando a los opositores como objetivos de la represión.

El comienzo de la trampa

gustavo rojas p

Eran las 4:30 cuando el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla no tardó en reaccionar, en las sombras de la plaza, los infiltrados del SIC ya estaban listos para ejecutar su plan, a medida que los gritos aumentaban, se hacía evidente que no sería fácil sofocar la protesta.

Los agentes del gobierno, vestidos como civiles, comenzaron a dividir la plaza en dos grupos, un sector aparentemente espontáneo comenzó a gritar en favor del presidente, mientras que el otro, sin quererlo, se convertía en un foco de oposición, los enfrentamientos verbales aumentan, y la atmósfera se vuelve cada vez más tensa.

El gobierno empieza a comprender que la situación podría desbordarse, la estrategia es clara, si la manifestación se intensifica, la violencia será la respuesta, los soldados y agentes del SIC, que ya estaban presentes, se colocan estratégicamente en puntos clave, aguardando la orden de reprimir cualquier intento de resistencia, el clima de incertidumbre y miedo crece a medida que las primeras señales de violencia se empiezan a sentir en la plaza.

16:45 – El caos comienza – Golpes y represión

caso santamaria

A las 4:45 la represión comienza de manera inesperada, los agentes infiltrados, que en un principio habían permanecido en silencio, se lanzan a la ofensiva, los opositores al régimen son atacados sin piedad.

Los golpes comienzan a resonar por toda la plaza, mientras los manifestantes son despojados de sus carteles, sus pertenencias y, en algunos casos, incluso de su dignidad, los gritos de dolor se mezclan con los alaridos de los soldados que empujan y golpean a los presentes.

La violencia es indiscriminada, la plaza, que hasta ese momento había sido un espacio de esparcimiento y alegría, se convierte en un escenario de caos y terror.

Los asistentes intentan escapar de la brutalidad, pero las puertas de la plaza están cerradas o bloqueadas, el laberinto de pasillos y asientos hace que la huida sea casi imposible, los que logran salir son perseguidos por los soldados, que no hacen distinción entre culpables e inocentes.

La plaza, que antes estaba llena de risas y emociones por la corrida, ahora resuena con el sonido de la represión.

Prisión y tortura

plaza de toros crimen

Eran las 5:00 pm y la violencia no se limita a los golpes, a medida que los opositores caen al suelo, los militares y agentes del SIC arrastran a aquellos que logran capturar hacia los pasillos, donde los esperan más soldados, allí, los opositores son sometidos a torturas físicas y psicológicas, la brutalidad es extrema, hombres y mujeres son golpeados, humillados, y en muchos casos, encarcelados sin que se les permita defenderse.

Los cuerpos caen al suelo, y la plaza se convierte en un espacio de agonía, un lugar donde la muerte y el sufrimiento se entrelazan.

El miedo recorre la plaza, mientras los sobrevivientes luchan por mantener su vida, la idea del gobierno es clara, no solo disolver la protesta, sino hacer un ejemplo de aquellos que se atreven a desafiar al régimen, la masacre que se desarrolla en ese momento no es un accidente, sino una estrategia calculada de terror. La plaza se llena de cuerpos caídos, mientras los militares no muestran ninguna misericordia.

Los primeros muertos

caso santamaria 1

El caos alcanza su punto culminante a las 5:30 cuando la sangre comienza a fluir por los pasillos de la plaza, el número exacto de víctimas nunca será confirmado, ya que el gobierno se encargó de borrar cualquier evidencia, los testimonios de los pocos sobrevivientes aseguran que los muertos fueron arrastrados fuera de la plaza por los soldados, quienes los lanzaron en camiones militares, la represión continúa de manera implacable, mientras la plaza se convierte en un espacio de muerte y desesperación.

Afuera, los cuerpos de los caídos son dejados a su suerte, abandonados como simples despojos, no hay honor en la muerte de aquellos que se atrevieron a levantar la voz, solo el silencio de la indiferencia, la violencia, alimentada por el odio y el temor del régimen, ha alcanzado un nivel indescriptible, los ecos de la masacre se sienten por todo Bogotá, pero la ciudad permanece en silencio, ajena a lo que sucede en la Plaza de Toros Santa María.

Silencio mortal: La plaza vacía

gustavo rojas p

Poco después de la masacre, exactamente a las 6 de la tarde, la plaza queda vacía, la violencia ha arrasado con todo, los pocos sobrevivientes huyen, algunos en estado de shock, otros buscando refugio en las calles cercanas, la Plaza de Toros Santa María, un lugar lleno de historia y tradición, ahora está desierta, sumida en un silencio mortal.

Los ecos de los gritos de los heridos y de los que suplicaban por piedad resuenan en las paredes de la plaza, pero ya no hay nadie allí para escucharlos.

Manipulación de la información

plaza de toros santamaria

El gobierno se apresura a silenciar la verdad, los medios de comunicación, a las 6:30, bajo el control total de las autoridades, publican historias que minimizan lo sucedido, aquellos que intentaron contar la verdad, los sobrevivientes y los testigos, son perseguidos o silenciados de manera efectiva.

Los testimonios son ignorados, las imágenes de la masacre son ocultadas, y la violencia estatal se presenta como un incidente aislado, la información se manipula y se oculta, mientras la plaza permanece en el olvido.

plaza de toros

Hoy, décadas después, la memoria de la masacre de la Plaza de Toros Santa María sigue siendo un eco lejano, un recordatorio sombrío de un pasado oscuro que muchos prefieren ignorar, el olvido, impuesto tanto por el tiempo como por la manipulación política, ha despojado a este evento de la atención que merece.

A pesar de que la historia ha sido silenciada, los testimonios de los sobrevivientes y las huellas de la violencia no han desaparecido, la verdad, aunque distorsionada y sepultada bajo una capa de mentiras, persiste en los recuerdos de quienes vivieron esa pesadilla.

Las personas que murieron allí, así como aquellos que fueron testigos de los horrores de esa tarde, son víctimas de un sistema que trató de borrar su sufrimiento y su lucha, la represión no solo se llevó vidas, sino que intentó aniquilar cualquier vestigio de disidencia.

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