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1 COLLAR BOMBA | CASO DE ELVIA CORTES

28/01/2025
elvia cortes

Elvia Cortés Gil, una mujer de 53 años, vivía en la vereda La Palestina, ubicada en el municipio de Simijaca, cerca de Chiquinquirá, aproximadamente a 134 kilómetros de Bogotá, en ese tranquilo rincón del altiplano cundiboyacense, Elvia compartía su vida con su esposo, Salomón Pachón, con quien había formado una familia y criado a sus cuatro hijos.

Dedicada al trabajo en su finca, Elvia llevaba una vida sencilla, basada en el esfuerzo diario y el amor por su hogar, su esposo, Salomón, también se dedicaba a las labores del campo, complementando el sustento de la familia con el arduo trabajo agrícola.

No contaban con grandes riquezas, apenas el dinero suficiente para cubrir sus necesidades básicas, pero vivían con la dignidad que proporciona el esfuerzo honesto.

Era una familia común, sin vínculos con esferas políticas o sociales de relevancia, no estaban expuestos públicamente ni figuraban en escenarios de poder o influencia, su mundo giraba en torno a su tierra, sus animales y el bienestar de sus hijos.

La vida de personas como Elvia y su familia, aparentemente alejadas de los grandes acontecimientos, puede verse trastornada de maneras sorprendentes e incomprensibles, recordándonos que la tragedia, la incertidumbre o el misterio pueden alcanzar incluso los rincones más apartados y humildes.

Un COLLAR BOMBA | CASO DE ELVIA CORTES | Pao Pineda

COLLAR BOMBA

El lunes 15 de mayo del año 2000, la tranquilidad de la familia Pachón Cortés se vio abruptamente interrumpida por un suceso aterrador que cambiaría sus vidas para siempre, cuatro hombres encapuchados irrumpieron en su hogar, armados y gritando órdenes con una violencia que sembró el terror en la humilde vivienda de la vereda La Palestina, en Simijaca.

Elvia y su esposo, Salomón, apenas podían comprender lo que estaba ocurriendo, confundidos y aterrados, se limitaron a obedecer las exigencias de los intrusos, con la esperanza de salir ilesos de aquella pesadilla.

Los delincuentes obligaron a Elvia a sentarse en una silla, mientras uno de ellos, con movimientos calculados, le colocaba en el cuello un objeto extraño para ellos, algo que nunca antes habían visto, se trataba de un tubo de PVC que rodeaba su cuello como un collar improvisado.

Acto seguido, los hombres revelaron la aterradora verdad, aquel dispositivo no era un simple adorno, sino una bomba, exigieron el pago de 15 millones de pesos colombianos como rescate, dándoles un plazo límite hasta las 3:00 p.m. de ese mismo día, si no cumplían con la exigencia, advirtieron, la bomba estallaría.

Desesperados, la pareja intentó explicar a los criminales que no disponían de semejante suma de dinero, eran personas humildes, trabajadores del campo, que apenas contaban con lo necesario para subsistir. Sin embargo, sus súplicas fueron ignoradas.

Los asaltantes, sin mostrar compasión alguna, aseguraron el artefacto de manera que Elvia no pudiera retirarlo y, antes de marcharse, dejaron un casete con instrucciones detalladas.

En la grabación, los criminales advertían a la familia que no debían acudir a la policía bajo ninguna circunstancia, también les hicieron saber que cualquier intento de manipular la bomba sería fatal.

La pareja, presa del pánico, quedó sumida en la incertidumbre y el horror, sin saber a quién acudir o cómo reunir una cantidad de dinero que estaba muy por encima de sus posibilidades.

Elvia, con el artefacto adherido a su cuello, enfrentaba una cuenta regresiva implacable, mientras su familia se debatía entre la desesperación y el miedo.

PIDEN AYUDA A LOS VECINOS

elvia cortes

Elvia y su esposo quedaron aterrados tras el violento encuentro con los delincuentes. La pregunta que rondaba en sus mentes era inevitable: ¿Y ahora qué hacemos?

La desesperación y el miedo los paralizaban, pero sabían que no podían quedarse de brazos cruzados, a pesar de la amenaza de los criminales de no acudir a las autoridades, entendieron que la vida de Elvia estaba en juego y necesitaban ayuda urgente.

Inmediatamente, buscaron apoyo entre sus conocidos más cercanos, a las 5:20 de la mañana, un amigo de la familia, al ver la gravedad de la situación, decidió tomar acción, sin dudarlo, alertó a la Policía y trasladó a la pareja en su vehículo hasta encontrarse con los uniformados.

El encuentro con la Policía se produjo en la carretera circunvalar de Chiquinquirá, donde los agentes, al ver la angustia en los rostros de Elvia y Salomón, comprendieron la gravedad del asunto, la situación era crítica y requería una respuesta rápida y precisa para evitar una tragedia mayor.

Mientras Elvia permanecía inmóvil, con el artefacto adherido a su cuello, el reloj seguía corriendo, la presión aumentaba con cada minuto que pasaba, y las autoridades sabían que cualquier error podría costarle la vida a la mujer.

DESACTIVAR EL COLLAR BOMBA

COLLATR BOMBA ELVIA CORTES

El lugar fue acordonado en un radio de 50 metros para garantizar la seguridad de los curiosos y de los miembros de la fuerza pública que custodiaban la escena, La tensión era palpable en el ambiente, mientras la familia de Elvia, su esposo Salomón y sus hijos, observaban con angustia desde la distancia, aferrándose a la esperanza de que todo terminara sin consecuencias fatales.

A las 8:30 a.m. comenzó el delicado trabajo de desmonte de la carga explosiva adherida al cuello de Elvia Cortés.

La operación estuvo bajo la dirección del subintendente Jairo López, un experto en antiexplosivos de la Sijin, quien con apenas 28 años de edad ya contaba con una destacada trayectoria en la desactivación de artefactos peligrosos.

Jairo López enfrentaba un momento crucial tanto en su vida profesional como personal, apenas cinco días antes, se había convertido en padre por primera vez, pero cuando sus compañeros lo llamaron de manera urgente para solicitar su experiencia en la operación, no dudó en acudir al llamado del deber, consciente del riesgo que implicaba, su compromiso con la vida de Elvia pesó más que cualquier temor personal.

Antes de iniciar el procedimiento, los médicos presentes administraron calmantes a Elvia, conscientes de que su tranquilidad era fundamental para llevar a cabo el desmonte con éxito.

Cada detalle debía ser manejado con sumo cuidado, para brindarle una mayor sensación de seguridad, el subintendente López tomó una decisión que hablaba de su empatía y humanidad, decidió no utilizar el traje antiexplosivos. Quería que Elvia se sintiera acompañada y protegida, sin la barrera psicológica que imponía el voluminoso traje de seguridad, su gesto transmitía confianza en medio de una situación aterradora.

El procedimiento requería la intervención coordinada de varios uniformados. Mientras Jairo López comenzaba a cortar con sumo cuidado el tubo de PVC que rodeaba el cuello de Elvia, otros policías colaboraban aplicando agua constantemente en la zona.

Esta acción tenía como propósito evitar que el calor generado por la herramienta utilizada provocara una reacción inesperada en el artefacto, cada corte, cada movimiento, era un paso hacia la esperanza de salvar la vida de Elvia sin activar la mortal trampa.

La tensión aumentaba a medida que el procedimiento avanzaba, y todos los presentes contenían la respiración ante cada avance, la vida de una mujer inocente dependía de la destreza, la precisión y la serenidad de los agentes que, a pesar del peligro, estaban decididos a cumplir su misión.

SE IBA A LOGRAR DESMONTAR EL COLLAR

Sobre las 10:00 a.m., el subintendente Jairo López anunció con alivio que se había logrado desmontar una de las secciones de la bomba, la noticia generó una oleada de alegría entre todos los presentes.

Por un momento, el miedo que se había apoderado del lugar se disipó, y la esperanza se hizo más fuerte, Elvia, aunque visiblemente agotada, esbozó una leve sonrisa, mientras su familia, los policías y los curiosos que observaban desde la distancia celebraban este pequeño pero crucial avance.

En medio de la algarabía, el comandante Fabio Roa, del Batallón Sucre, se acercó a Elvia para felicitarla por su paciencia y su valiosa cooperación con el equipo antiexplosivos, le habló con palabras de aliento, destacando su valentía y asegurándole que estaban cada vez más cerca de liberarla de aquella pesadilla. Su presencia y sus palabras le dieron a Elvia un impulso de fortaleza en un momento donde la tensión aún era latente.

Sin embargo, el procedimiento era agotador, a las 11:30 a.m., el cansancio de Elvia se hizo evidente, llevaba horas en la misma posición, inmóvil, obedeciendo cada indicación de los expertos, consciente de que cualquier movimiento brusco podría ser fatal, su respiración era lenta y su cuerpo comenzaba a ceder ante la fatiga.

Ante esto, el equipo decidió hacer una breve pausa para que pudiera relajarse y tomar un poco de agua. Necesitaban que ella aguantara un poco más.

Una vez más, el coronel Roa se acercó para motivarla, “Ya falta poco, lo estás haciendo muy bien.” Estas palabras, sumadas a los ánimos de los espectadores que, desde detrás de las cuerdas amarillas, le gritaban palabras de aliento, le dieron a Elvia la determinación para continuar, a pesar del miedo que flotaba en el aire, todos mantenían la esperanza de que la operación tuviera un desenlace exitoso.

A las 12:00 del mediodía, un anuncio crucial llenó el ambiente de un renovado optimismo, el oficial a cargo informó que ya se había desmontado cerca del 70% de la carga explosiva. La sensación de alivio fue casi inmediata, el miedo, aunque aún presente, empezó a menguar poco a poco, todos entendían que el 70% era un gran avance, un paso decisivo hacia la seguridad de Elvia.

A pesar de los nervios, nadie dejó de aplaudir ni de felicitarla, ella era la que más necesitaba fuerza en ese momento, enfrentándose con entereza a una situación que ponía su vida en juego a cada segundo.

La valentía de Elvia inspiraba a todos los presentes, y con cada minuto que pasaba, la esperanza de un final feliz se hacía más fuerte.

EXPLOTÓ EL COLLAR BOMBA

A las 12:30 del mediodía, más de 50 personas se encontraban expectantes, con la esperanza de que en cualquier momento el subintendente Jairo López anunciara que la bomba había sido desactivada por completo. La tensión era máxima, pero López, con su tono sereno, les aseguró, “Ya falta muy poco.” sus palabras llevaron un respiro momentáneo a los presentes, quienes mantenían la fe en un desenlace positivo.

En la zona de operaciones se encontraban dos oficiales y dos soldados del Batallón Sucre, incluyendo al comandante Fabio Roa, quien durante todo el procedimiento nunca dejó sola a Elvia, su apoyo inquebrantable había sido clave para mantenerla tranquila, y en ese momento crucial, decidió acercarse una vez más para abrazarla y felicitarla por su valentía, conmovido, le dio unas últimas palabras de ánimo y, tras unos segundos de pausa, se apartó unos metros del lugar.

Tan solo diez segundos después, un estruendo desgarrador rompió la aparente calma, el collar bomba explotó.

El caos y el horror se apoderaron del lugar, policías, soldados y curiosos salieron corriendo desesperadamente para evaluar la magnitud de la tragedia. En medio del humo y los gritos de angustia, el cuerpo de Elvia Cortés yacía en el borde de la carretera, la explosión había sido devastadora, su cabeza y sus hombros habían desaparecido por completo.

El subintendente Jairo López, quien había dedicado su vida a proteger a otros, se encontraba en un estado agonizante, la explosión le había arrancado el brazo izquierdo, y su cuerpo malherido luchaba por mantenerse con vida, a su alrededor, el horror se extendía.

El comandante Fabio Roa, quien segundos antes se había alejado, sufrió lesiones por la onda expansiva, aunque afortunadamente no fueron de gravedad, no tuvo tiempo de procesar lo ocurrido cuando vio a sus compañeros gravemente heridos.

El sargento Julio Ignacio Cruz Torres, quien estaba a cargo de refrigerar el collar bomba durante el procedimiento, sufrió la amputación de tres dedos de su mano izquierda.

Los soldados Gustavo Caro López y José Gabriel Suárez, que también formaban parte del equipo de apoyo, resultaron con heridas graves en el rostro, tórax y manos, producto de la metralla que salió disparada en todas direcciones.

Lo que instantes antes parecía estar bajo control, con las esperanzas en su punto más alto, se transformó en una escena de devastación y muerte.

Los heridos fueron trasladados de emergencia a Bogotá en un helicóptero militar, con destino al Hospital Militar, donde recibirían atención médica especializada, la situación era crítica y cada minuto contaba para salvar vidas.

Aproximadamente a las 2:00 p.m., la tragedia cobró otra víctima, el subintendente Jairo López, el héroe que arriesgó su vida para salvar la de Elvia, no resistió las heridas y falleció en el hospital, su sacrificio quedó marcado como un símbolo de valentía y entrega en el cumplimiento del deber.

La noticia ya estaba en todos los medios de comunicación, porque hasta el lugar llegaron periodistas a cubrir la situación, el impacto nacional fue muy grande, porque nadie entendía porque le habían hecho esto a unas personas que no tenían que ofrecer a esta extorsión.

El comandante , Fabio Santiago Roa Millán, quien solo se separó de ella unos segundos antes de la explosión, dijo, la abracé y le dije tranquila que ya falta muy poco y me retiré para que los técnicos siguieran en su labor. No habría caminado diez metros, cuando se produjo la explosión.

ACTOS FUNEBRES

El martes 16 de mayo del 2000, Chiquinquirá se convirtió en el escenario de una profunda manifestación de duelo y clamor por justicia. Desde tempranas horas, miles de personas comenzaron a llegar al municipio para acompañar a la familia de Elvia Cortés Gil en sus honras fúnebres. Más de 1.500 personas caminaron por las calles con pancartas, velas y lágrimas en los ojos, exigiendo respuestas ante un crimen que conmocionó a toda la región.

El dolor y la indignación eran palpables. “¿Por qué Elvia Cortés?”, se preguntaban todos, la incertidumbre y el desconcierto ante la crueldad de este acto seguían sin encontrar respuesta, una mujer humilde, trabajadora y sin enemigos aparentes había sido víctima de un crimen atroz que, hasta el día de hoy, resulta difícil de comprender.

Tras la ceremonia religiosa, el cortejo fúnebre recorrió Cementerio Central, donde se llevaría a cabo la cristiana sepultura de Elvia Cortés Gil.

La multitud avanzaba en silencio, algunos sollozaban, mientras otros elevaban oraciones y plegarias en su honor, las campanas de la iglesia repicaban con solemnidad, anunciando el último adiós a una mujer que, sin quererlo, se había convertido en símbolo de la vulnerabilidad de los más humildes frente a la violencia desmedida.

Durante la ceremonia, el obispo Gutiérrez, visiblemente conmovido, pronunció unas palabras que resonaron en los corazones de todos los presentes:

“Elvia es la heroína de los colombianos. Ha sido víctima de una crueldad inconcebible, de un salvajismo que nos llena de indignación y tristeza. No podemos permitir que su muerte quede en el olvido, debemos buscar justicia y honrar su memoria con nuestras acciones.”

Las lágrimas corrían por los rostros de sus familiares, amigos y vecinos que aún no podían asimilar la magnitud de la tragedia, su esposo, Salomón Pachón, se mantuvo en pie con una fortaleza que conmovió a todos, pero sus ojos reflejaban el inmenso vacío que dejaba la partida de su compañera de vida, sus hijos, abrazados entre sí, escuchaban las palabras del obispo con el dolor de saber que su madre ya no volvería a casa.

El ataúd de Elvia, adornado con flores blancas, fue finalmente descendido a su última morada, los presentes, con velas encendidas, entonaron cánticos religiosos mientras la tierra cubría el féretro.

La indignación crecía con cada minuto, y al finalizar el entierro, la multitud, aún consternada, se reunió en la plaza principal de Chiquinquirá, exigiendo justicia a las autoridades. Pancartas con mensajes como “No más violencia”, “Justicia para Elvia”, y “¿Hasta cuándo?” ondeaban en el aire, reflejando la rabia contenida de un pueblo que sentía que la impunidad acechaba.

En los días siguientes, la noticia del asesinato de Elvia Cortés Gil se difundió por todo el país, atrayendo la atención de los medios nacionales e internacionales. La presión pública obligó a las autoridades a redoblar esfuerzos en la investigación, mientras la familia de Elvia, sumida en el dolor, solo pedía que se encontrara a los responsables de tan atroz crimen y que no se repitiera una tragedia similar en ninguna otra familia colombiana.

INVESTIGACIÓN

Las investigaciones adelantadas por los organismos de inteligencia del Ejército apunta a que los responsables por el crimen son miembros de las Farc, frente 11, que es el que opera en la región.

Sin embargo, el mismo día del sepelio de la víctima, un hombre, quien dijo ser el comandante Gaitán Gutiérrez, del estado mayor de las Farc en el Magdalena Medio, llamó a las emisoras locales de Chiquinquirá para señalar que su organización nada tuvo que ver con el hecho que le atribuyen los militares y agregó que son acusaciones falsas y son calumnias del comandante del Batallón Sucre, coronel Fabio Santiago Roa Millán, al responsabilizarnos de este acto que no ha sido cometido por ninguno de nuestros grupos y el cual tenemos claro no corresponde a nuestros objetivos militares que no incluyen a la población civil .

La misma voz, aclaró que el comandante del frente 11 es el conocido con el alias de Cienfuegos y que él confirmó que nada tenían que ver con el crimen de la señora Elvia.

Cabe aclarar que en ese momento el gobierno de Andrés Pastrana se encontraba en negociaciones de paz con este grupo armado, luego de eso el ex presidente canceló las reuniones que tenía programadas con los comandante de este grupo, anunció congelar la negociación.

Según las investigaciones que hizo el grupo antiexplosivos al artefacto, dijeron que tenía ciertos elementos que las FARC ya habían utilizado en otros atentados.

Pero con a los pocos días, la teoría de los autores del crimen fue perdiendo fuerza, pues como sabemos, estos grupos armados tienen un lema, un lenguaje, ellos se comunican de cierta manera para cualquier mensaje, y en los estudios realizados a estas grabaciones, no tenían similitud con otras grabaciones hechas por estos grupos armados, más bien parecía de grupo de delincuencia común, el caset tenía una frase escrita “TALAC NICO”, pero nadie pudo descifrar qué significaba o a qué hacía referencia.

Con todas estas cosas, no se encontraron pruebas contundentes para señalar a las FARC del crimen.

“Hacer un artefacto de esos es muy fácil” , dijo alias El Pinche a María del Carmen Cortés, hermana de Elvia unos días después de su muerte. El Pinche es José Miguel Suárez Solano, detenido por las autoridades casi 10 días después del atentado. Con la detención de el Pinche, se estaba demostrando que no se trataba de un acto de paramilitares sino de un crimen de delincuencia común, más exactamente de una banda que opera en el sector desde hace más de un año.

Los Conejos , era una banda sindicada de cometer asaltos, hurtos, agresiones físicas y extorsión en el área rural de Simijaca (Cundinamarca) y Chiquinquirá. A esa banda pertenecen el Pinche y cerca de 15 personas más, plenamente identificadas por las autoridades.

También se estableció que lo del collar explosivo no era nada nuevo para ellos como elemento de presión para extorsionar personas, ya que el año pasado en 1999, un conocido comerciante de Simijaca fue amenazado con un collar de las mismas características del utilizado para matar a Elvia Cortés.

Este hecho se conoció, solo después de que el afectado relacionó la amenaza que él denunciado en enero de 2000, con lo sucedido a la señora Cortés y que hizo pensar que podría tratarse de la misma banda.

Hubo varios detalles que llevaron a los investigadores a fijar en esta banda, uno de ellos es que el comentario del Pinche con relación a la facilidad para fabricar un collar de ese tipo, en la investigación se encontró que había trabajado un tiempo en las minas de Muzo donde aprendo utilizar explosivos, pero también para el momento del atentado de Elvia se supo que trabajaba en la finca para Elvia y su esposo.


Algunos testigos dijeron que días antes del crimen había comprado pólvora negra, para utilizarla en la construcción de un pozo séptico, además en una vivienda donde él iba constantemente también encontraba elementos utilizados en la elaboración de explosivos como pólvora negra, mechas de iniciación y jeringas, este allanamiento se dio ocho días después del crimen.

Algo muy sospechoso que pasó también es que el día de la atentado esta persona no se presentó a trabajar como siempre lo hacía desde las cinco de la mañana para cumplir con sus tareas de ordeño.

En la casa de Elvia Cortés fueron encontrados los casetes con las instrucciones y advertencias de los delincuentes sobre el collar explosivo en el interior de un morral que había señalado como de propiedad del Pinche, en su interior había una pistola de juguete.

José Miguel Suárez Solano, fue enviado a la cárcel de manera preventiva mientras avanzaba la investigación. Se ordenó investigar a José Aldemar Layton y Mauricio Esteban Murcia, que habían sido en algún momento, testigos en contra de Suárez, a una persona conocida como el Fontanero , Luis Jorge Suárez, hermano del condenado; José Miguel Suárez, el papá, y Amelardo Romero y Orlando Romero para establecer si estuvieron implicadas en el hecho.

De esta manera el 23 de septiembre de 2002, Juzgado Primero del Circuito Especializado de Cundinamarca condenó a 32 años de prisión a José Miguel Suárez como responsable de la muerte de Elvia Cortés de Pachón.

La justicia encontró a Suárez, único detenido por este hecho, como responsable de homicidio agravado, terrorismo, concierto para delinquir, tenencia y fabricación de explosivos, tentativa de extorsión y lesiones personales. La justicia contó con pruebas testimoniales, documentales y otras, en las que se asegura que Suárez planeó y ejecutó el crimen. Incluso, dice el Juez, Suárez era un trabajador de la señora, conocía cuándo estaba sola, sabía de sus pertenencias, consiguió veneno para matar al perro de la casa y fue visto esa noche dirigiéndose a la vivienda de la mujer.

En ningún momento de la investigación y los juicios Suárez aceptó los cargos, y su defensa quería demostrar su inocencia diciendo que para la fabricación de una bomba, se tenía que tener un alto conocimiento en física y química y que él no tenía estudios.

Qué cuando trabajo en las minas de esmeralda, él no había tenido nada que ver con los explosivos, también entregaron testimonios de amigos de Suárez donde lo describían como una persona que no era problemática y no tenía ideales criminales.

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