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Tabla de Contenido
El 28 de noviembre de 2016, el mundo del fútbol fue sacudido por una de las tragedias más devastadoras de su historia. El vuelo 2933 de la aerolínea boliviana LaMia, que transportaba al equipo brasileño Chapecoense rumbo a Medellín para disputar la final de la Copa Sudamericana, se estrelló en las montañas de Colombia, cobrando la vida de 71 personas, incluidos jugadores, directivos, cuerpo técnico y periodistas.
El accidente no solo significó la pérdida irreparable de vidas humanas, sino que también dejó una profunda huella en el deporte y en la sociedad, Chapecoense, un club humilde que había logrado un ascenso meteórico en el fútbol brasileño y continental, estaba viviendo el momento más importante de su historia, sin embargo, la ilusión de disputar su primera final internacional se convirtió en una tragedia que conmovió al mundo entero.
Investigaciones posteriores revelaron que el siniestro fue causado por una combinación de negligencia, falta de combustible y errores humanos, lo que desató un debate sobre la seguridad en la aviación y la responsabilidad de las aerolíneas en la planificación de vuelos.
Más allá de la tristeza, el legado de Chapecoense perdura como símbolo de resiliencia, unidad y memoria, recordando la fragilidad de la vida y la importancia de aprender de los errores para evitar tragedias similares en el futuro.
LA TRAGEDIA DEL CHAPECOENSE: LA HISTORIA DETRÁS DE LA CATÁSTROFE AÉREA | Pao Pineda
UN EQUIPO EN ASCENSO
Chapecoense, un modesto club del estado de Santa Catarina, Brasil, había logrado lo impensable, llegar a la final de la Copa Sudamericana 2016. Fundado en 1973, el club había experimentado un crecimiento notable en las últimas décadas, pasando de ser un equipo prácticamente desconocido a convertirse en una revelación del fútbol brasileño.
Su ascenso fue resultado de una gestión eficiente, una plantilla trabajadora y el inquebrantable apoyo de su afición, que vio en el equipo un símbolo de esfuerzo y perseverancia.
El camino hacia la final no fue sencillo, Chapecoense tuvo que superar a rivales de gran calibre en la Copa Sudamericana, incluyendo equipos con mayor tradición y presupuesto.
Sin embargo, con humildad, garra y un estilo de juego disciplinado, logró lo que parecía imposible, clasificarse para su primera final internacional, su rival sería Atlético Nacional de Colombia, el vigente campeón de la Copa Libertadores y uno de los equipos más poderosos del continente. Pero el destino tenía preparado un giro trágico.
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En un acto de inmensa solidaridad y respeto, Atlético Nacional solicitó a la Conmebol que Chapecoense fuera declarado campeón póstumo del torneo, un gesto que conmovió al mundo y reafirmó los valores de hermandad en el deporte.
La Conmebol aceptó la petición, otorgándole el título honorífico al equipo brasileño y reconociendo el sacrificio y la historia de un club que había alcanzado la gloria de la manera más inesperada y dolorosa.
El ascenso de Chapecoense no había sido fácil. Durante décadas, el club luchó en las divisiones inferiores del fútbol brasileño, sin grandes recursos ni figuras destacadas en su plantilla, no obstante, con una planificación estratégica y una gestión financiera responsable, el equipo logró consolidarse en la Serie A del Campeonato Brasileño y empezar a competir a nivel internacional.
Su progreso simbolizaba la recompensa al trabajo bien hecho, a la fe en los proyectos a largo plazo y a la pasión de una hinchada que siempre creyó en sus posibilidades.
La tragedia del 28 de noviembre de 2016 no solo puso fin a un sueño, sino que también dejó un vacío en el fútbol mundial, pero el legado de Chapecoense sigue vivo en la memoria de los aficionados y en el renacer del club, que, a pesar del dolor, logró reconstruirse con nuevos jugadores y mantener viva la esencia de aquel equipo que conquistó los corazones de millones de personas en todo el mundo.
LA TRAGEDIA DEL CHAPECOENSE
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27 DE NOVIEMBRE DE 2016 EL INICIO DE UN SUEÑO
El equipo de Chapecoense, un club modesto pero en ascenso, se encontraba en la cúspide de su historia. Habían logrado lo que parecía imposible, llegar a la final de la Copa Sudamericana 2016, un torneo que los enfrentaría a Atlético Nacional de Colombia.
Esta era la primera vez que el equipo disputaba una final internacional, y todo el club, la ciudad de Chapecó y sus aficionados estaban llenos de ilusión.
Ese día, jugadores, cuerpo técnico, directivos y periodistas abordaron un vuelo desde Chapecó con destino a São Paulo, donde luego tomaron otro avión hacia Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.
La razón de este itinerario era que LaMia, la aerolínea boliviana encargada de transportarlos hasta Medellín, no tenía autorización para operar vuelos internacionales desde Brasil.
El ambiente entre los jugadores era de emoción y entusiasmo, algunos futbolistas compartieron fotos y videos en sus redes sociales, mostrando su alegría y la expectativa por el partido más importante en la historia del club.
Después de aterrizar en Santa Cruz de la Sierra, la delegación se dirigió al Aeropuerto Internacional Viru Viru para abordar el vuelo chárter 2933 de LaMia, un avión Avro RJ85 con capacidad para aproximadamente 100 pasajeros, pero que, en esta ocasión, transportaría a 77 personas.
28 DE NOVIEMBRE DE 2016 LA TRAGEDIA
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Eran las 6:15 de la tarde, inicio el despegue, el vuelo 2933 de LaMia despega del Aeropuerto Internacional Viru Viru en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, con destino al Aeropuerto Internacional José María Córdova de Medellín, Colombia, a bordo viajan 77 personas, incluyendo 68 pasajeros y 9 miembros de la tripulación.
Entre los pasajeros estaban 19 jugadores del Chapecoense, su cuerpo técnico encabezado por el entrenador Caio Júnior, dirigentes del club, periodistas que cubrían el histórico partido y la tripulación de LaMia.
Desde el despegue, el vuelo siguió una ruta directa sin escalas hacia Medellín, cubriendo una distancia de aproximadamente 2.960 kilómetros, pero la aeronave despega con el combustible justo para completar el trayecto, sin una reserva adecuada en caso de emergencia, algo que, según las regulaciones internacionales de aviación, está estrictamente prohibido.
Las 9:34 pm lo que aparentaba un vuelo normal, pues hasta este momento, la tripulación no reporta ninguna anomalía.
El vuelo transcurre con normalidad y las comunicaciones con los controladores aéreos no indican ninguna señal de alarma.
En el interior del avión, los jugadores del Chapecoense están relajados, algunos duermen, otros conversan sobre el partido que jugarán en pocos días y algunos periodistas realizan entrevistas con los jugadores.
9:48 pm, a medida que el vuelo 2933 se acerca al Aeropuerto de Medellín, la tripulación recibe indicaciones de que debe esperar antes de iniciar el descenso.
En ese momento, un avión de VivaColombia ha declarado una emergencia por una fuga de combustible y tiene prioridad para aterrizar.
El avión de LaMia entra en un patrón de espera en el aire, lo que implica dar vueltas en el aire hasta recibir autorización para iniciar la aproximación final, esto incrementa el consumo de combustible, algo crítico dado que la aeronave no contaba con una reserva adecuada.
Minutos después, a las 9:52 pm la situación a bordo se vuelve tensa, la tripulación de LaMia, liderada por el capitán Miguel Quiroga, solicita a la torre de control autorización para aterrizar con prioridad, mencionando una “falla eléctrica”. Sin embargo, no reportan que el avión se está quedando sin combustible, lo que podría haber acelerado su descenso de inmediato.
Los controladores aéreos, al no tener información sobre la gravedad de la situación, les indican que deben esperar unos minutos más antes de poder aterrizar.
Tres minutos después, la situación se vuelve crítica, el avión empieza a perder altitud de manera abrupta. La tripulación declara una emergencia total, pero en ese punto ya es demasiado tarde, los motores han dejado de funcionar debido a la falta de combustible, y la aeronave entra en un planeo sin potencia.
Las últimas palabras del piloto a la torre de control son desesperadas:
“¡Ayuda! ¡Estamos en falla total, falla eléctrica total, sin combustible!”
El controlador aéreo intenta darles prioridad inmediata y les otorga un rumbo de emergencia, pero el avión ya no tiene suficiente altitud ni velocidad para alcanzar la pista de aterrizaje.
A las 21:58, la comunicación con la aeronave se corta abruptamente, el avión desaparece del radar.
Minutos después, la torre de control recibe reportes de que una aeronave se ha estrellado en Cerro Gordo, una zona montañosa del municipio de La Unión, Antioquia, a unos 17 kilómetros del aeropuerto.
Residentes de la zona, alarmados por el estruendo, llaman a los servicios de emergencia para reportar el accidente sobre las 10:15 pm. Equipos de rescate comienzan a movilizarse de inmediato, pero las condiciones en el área son extremadamente difíciles, la geografía montañosa y la oscuridad complican el acceso al lugar del impacto.
Los primeros equipos de rescate llegan al sitio a las 10:45 pm y encuentran una escena devastadora. Entre los restos del avión, logran detectar señales de vida. Milagrosamente, seis personas han sobrevivido al impacto:
- Alan Ruschel (jugador de Chapecoense)
- Jakson Follmann (jugador de Chapecoense, quien sufrió la amputación de una pierna)
- Neto (jugador de Chapecoense, rescatado horas después con graves heridas)
- Rafael Henzel (periodista, quien sobrevivió pero falleció en 2019 por un infarto)
- Ximena Suárez (auxiliar de vuelo, una de las tripulantes)
- Erwin Tumiri (técnico de vuelo, que sobrevivió con heridas leves)
El resto de los pasajeros, incluyendo casi toda la plantilla del Chapecoense y el cuerpo técnico, pierden la vida en el accidente.
UN VUELO FATAL
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Las investigaciones posteriores revelaron que el accidente del vuelo 2933 de LaMia fue causado por la falta de combustible, lo que llevó a la falla total de los motores y, en consecuencia, a la caída de la aeronave en Cerro Gordo, Antioquia.
A diferencia de otros accidentes aéreos, en los que suelen intervenir factores meteorológicos o fallos mecánicos imprevistos, esta tragedia fue producto de una serie de decisiones negligentes que pudieron haberse evitado.
Los expertos en aviación y las autoridades colombianas concluyeron que la aeronave no tenía suficiente combustible para completar el trayecto entre Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y Medellín (Colombia) de manera segura.
Según las normativas internacionales, cualquier vuelo debe llevar una reserva de combustible que le permita llegar a un aeropuerto alternativo en caso de emergencia, Sin embargo, el avión Avro RJ85 de LaMia despegó con el combustible justo para cubrir la distancia entre ambos puntos sin margen de seguridad.
MALA PLANIFICACIÓN DEL VUELO
El plan de vuelo aprobado por la aerolínea contemplaba una ruta sin escalas, pese a que el combustible a bordo no era suficiente para cumplir con los requisitos de seguridad, se descubrió que el capitán del vuelo, Miguel Quiroga, quien también era copropietario de LaMia, optó por no realizar una escala técnica para reabastecer combustible en Bogotá, una opción que habría garantizado la llegada segura del avión a su destino.
Los registros de comunicaciones y testimonios de ex empleados de la aerolínea indicaron que LaMia operaba bajo una cultura de riesgo, en la que se priorizaban los costos operativos sobre la seguridad de los vuelos.
La negativa a realizar escalas de reabastecimiento respondía a un intento de ahorrar dinero y tiempo, lo que incrementaba los peligros para los pasajeros y la tripulación.
DECISIONES ERRÓNEAS DURANTE EL VUELO
A medida que el avión se acercaba a Medellín, la tripulación se encontró con un retraso inesperado. Un avión de la aerolínea VivaColombia había solicitado prioridad para aterrizar debido a una fuga de combustible, lo que obligó al vuelo de LaMia a permanecer en patrón de espera, durante varios minutos, la aeronave dio vueltas en el aire, consumiendo el escaso combustible que le quedaba.
En lugar de declarar una emergencia inmediata por falta de combustible, lo que habría obligado a la torre de control a darle prioridad absoluta para aterrizar, el piloto informó de una “falla eléctrica”, minimizando la gravedad del problema.
No fue sino hasta los últimos minutos, cuando el combustible se agotó por completo y los motores se apagaron, que se declaró una emergencia total, pero ya era demasiado tarde.
IMPACTO Y CONSECUENCIAS
Sin potencia en los motores, el avión entró en planeo y perdió altitud rápidamente, la tripulación intentó un aterrizaje de emergencia, pero la falta de energía afectó los sistemas hidráulicos y eléctricos, lo que hizo imposible controlar la aeronave.
A las 21:58, el vuelo 2933 se estrelló contra una ladera en la región montañosa de Cerro Gordo, a solo 17 kilómetros del aeropuerto de Medellín.
El impacto fue letal para la mayoría de los ocupantes, de las 77 personas a bordo, 71 perdieron la vida, incluyendo casi toda la plantilla de Chapecoense, su cuerpo técnico, directivos y periodistas que viajaban para cubrir la histórica final.
El informe final de la Aeronáutica Civil de Colombia determinó que el accidente fue “evitable” y que la principal causa fue la negligencia de la aerolínea y la tripulación, como consecuencia, las autoridades bolivianas revocaron la licencia de LaMia, y varios de sus directivos fueron arrestados y enfrentaron procesos judiciales.
El caso también provocó un debate global sobre la regulación y supervisión de aerolíneas chárter, así como sobre la necesidad de reforzar los protocolos de seguridad en la planificación de vuelos.
A pesar del dolor y la tragedia, la historia de Chapecoense se convirtió en un símbolo de resiliencia. Con el apoyo del mundo del fútbol, el club fue reconstruido y continuó su legado, recordando siempre a aquellos que perdieron la vida en una de las noches más tristes de la historia del deporte.
LEGADO DE CHAPECOENSE
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A pesar de la tragedia, Chapecoense renació, con la ayuda de otros clubes y jugadores, el equipo se reconstruyó y regresó a la competición, su historia es un testimonio de resiliencia y de la capacidad del deporte para unir a las personas en los momentos más difíciles.
El 30 de enero de 2017, Chapecoense disputó su primer partido oficial tras la tragedia, la emoción en el estadio era indescriptible, aunque el dolor seguía presente, el equipo demostró que su espíritu nunca moriría.
La tragedia de Chapecoense es un recordatorio de cómo la ambición, la negligencia y los errores humanos pueden tener consecuencias fatales, pero también es una historia de esperanza, solidaridad y la capacidad de seguir adelante ante la adversidad.
Hoy, el club sigue luchando en honor a aquellos que perdieron la vida, demostrando que su legado perdura en el tiempo.
El fútbol es mucho más que un deporte, es pasión, unión y hermandad. La tragedia de Chapecoense lo confirmó al ver cómo el mundo se volcó en apoyo a un equipo que, con humildad y esfuerzo, había conquistado el corazón de millones de personas.
Su historia nunca será olvidada, y su legado permanecerá para siempre en la memoria de los amantes del fútbol.