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Un día común y corriente para Diana Marcela Caldas y su mamá Carmen Galán, termino en una gran tragedia, el jueves 7 de abril de 1994, aproximadamente a las 6:30 am, en el barrio la soledad, frente al Park Way, Carmen Galán salió de la mano junto con su hija Diana Marcela Caldas de tan sólo seis años de edad, quienes salieron de su hogar camino al colegio Alfonso López donde estudiaba la pequeña, muy cerca a este lugar. En el apartamento vivían las dos solas, el papá de la pequeña, llamado José del Carmen Caldas Tunjo, había fallecido el 2 de marzo de 1992, a la edad de 62 años, por una afección hepática.
Sin que ellas lo supieran, ese día, unos hombres las estaban esperando muy cerca, con la intención de cegar sus vidas, mientras cruzaban la esquina de la calle 43 con carrera 21A, los hombres se acercaron y accionaron sus armas contra ellas, la niña recibió un impacto en el rostro, mientras que Carmen fue herida en la región occipital de la cabeza, Diana perdió la vida al instante, pero Carmen aún presentaba signos vitales.
Las personas que presenciaron el ataque comenzaron a pedir ayuda desesperadamente, mientras algunos intentaron perseguir al asesino, quien disparaba para evitar ser alcanzado, aunque dejó caer su arma en la huida.
Como si el destino interviniera, dos policías bachilleres que patrullaban la zona escucharon los gritos de auxilio y corrieron tras él. El hombre intentó ocultarse en el río Arzobispo, pero fue capturado en ese lugar.
El segundo sujeto, sin embargo, logró escapar caminando, y nadie pudo seguirle el rastro.
En la esquina, la pequeña Diana quedó en posición fetal, junto a su maleta azul y las pertenencias de su madre esparcidas en el suelo. ¿Qué había pasado?
EL ULTIMO TRAYECTO DE CARMEN
Carmen fue trasladada de urgencia a la Clínica Palermo, donde ingresó con una herida que le provocó muerte cerebral, el sicario, un hombre de baja estatura, delgado y con pecas en el rostro, se identificó como Saúl Rodríguez González, de 21 años, declaró que vivía bajo los puentes y que había sido contratado por un hombre desconocido para cometer el crimen, no llevaba ninguna identificación consigo y, aunque afirmó llamarse así, nunca reveló sus apellidos reales.
El caso fue asignado al fiscal Gregorio Oviedo, quien tenía la tarea de descubrir la razón detrás de semejante atrocidad, especialmente considerando que una niña fue víctima. ¿Qué motivos podía tener el autor intelectual de este crimen?
Desde el inicio, surgieron especulaciones sobre un posible móvil relacionado con una herencia que el padre de la menor había dejado. La noticia comenzó a circular rápidamente en los medios de comunicación, donde también se mencionó el nombre de un médico llamado Iván Raúl Caldas González.
DIANA MARCELA | Sus hermanos ACABARON con ella por una HERENCIA | Pao Pineda
LA HERENCIA MALDITA
Los familiares de la niña afirmaban que José del Carmen Caldas Tunjo sentía un profundo amor por su hija menor. Diana Marcela era su consentida, y en su testamento le había dejado la mayor parte de su fortuna. Esta decisión generó tensiones con los hijos de su primer matrimonio, quienes no quedaron conformes con la distribución de la herencia. Según allegados, desde el fallecimiento de José, dos años antes, Carmen Galán, la madre de Diana, comenzó a enfrentar problemas y disputas con ellos.
La situación se tornó tan tensa que Carmen había decidido tomar medidas legales. Había solicitado una caución en contra de los hijos mayores de Caldas, alegando que temía por su seguridad y la de su hija. Incluso, llegó a señalarlos directamente como responsables en caso de que algo les sucediera. Este conflicto familiar, sumado a las especulaciones sobre la herencia, llevó a las autoridades y a los medios de comunicación a considerar la posibilidad de que las disputas económicas hubieran motivado el crimen.
LA CAPTURA
Una vez capturado el delincuente, de inmediato apareció un profesional en derecho afirmando haber sido contratado para defenderlo, esto resultó extraño para las autoridades, ya que Saúl, como se hacía llamar el capturado, había declarado ser habitante de calle, por lógica, no tendría los recursos para contratar un abogado particular, cuando en estos casos la defensa es asignada por la ley como un derecho fundamental.
Ante esta situación, el fiscal encargado del caso, Gregorio Oviedo, procedió a resolver la situación jurídica del acusado y le impuso una medida de aseguramiento intramural mientras se adelantaban las investigaciones para esclarecer los hechos.
El proceso investigativo comenzó con rigor, el fiscal, demostrando una notable intuición y dedicación, empezó a reunir datos que permitieran reconstruir lo sucedido.
Desde las primeras indagatorias, Saúl proporcionó información clave, mencionando que tenía una compañera permanente llamada Mery y dos cuñados, uno de ellos trabajaba en una pizzería en el centro de la ciudad, mientras que el otro era ebanista y tenía un taller en el barrio Restrepo, también en Bogotá.
El fiscal, consciente de que las relaciones personales a menudo esconden información crucial, decidió centrar su atención en la compañera de Saúl, su intuición lo llevó a creer que Mery podría ser una fuente invaluable para obtener nuevos detalles del caso, por lo cual ideó un plan estratégico, de vincular a los dos cuñados de Saúl como sospechosos, esperando que esto motivara a Mery a presentarse voluntariamente para interceder por ellos.
El plan funcionó como se esperaba, tras la captura de los cuñados en horas de la mañana, aproximadamente a la una de la tarde, Mery llegó a la estación de policía buscando esclarecer la situación de sus familiares.
Mientras tanto, el fiscal y su equipo continuaban trabajando en su principal hipótesis, el crimen había sido motivado por la disputa de una herencia, el nombre del médico mencionado anteriormente seguía presente como una pieza potencialmente clave en el rompecabezas, pero se necesitaban más pruebas para avanzar en esta línea de investigación, con cada nueva pista, el equipo esperaba acercarse más a la verdad detrás de este trágico caso.
LA HISTORIA DE LOS PADRES DE DIANA
José del Carmen era un hombre casado y, en su matrimonio, había tenido cinco hijos, lo que lo hacía característico era su gran riqueza para la época, que se calculaba en unos 10 millones de dólares en 1992, además poseía edificios, carros, urbanizaciones, cultivos, hoteles, y vendía oro, todos sus negocios los llevaba a cabo por intuición, ya que nunca había recibido educación formal a pesar de ello, se convirtió en un comerciante muy conocido en Bogotá, especialmente en la localidad de Bosa.
En su primer matrimonio, tuvo cinco hijos con María Sonia González, Raúl Caldas, quien ya era médico profesional; Armando Caldas, que estaba terminando la carrera de Derecho; José Jairo, Sonia Janeth y Edgar, quienes estaban a punto de culminar sus estudios.
En ese entonces, Armando ya había terminado sus materias, y José del Carmen le regaló una tractomula como acto de felicitación, pues se decía que era su hijo favorito y se sentía muy orgulloso de él. El joven comenzó a ganar buenas sumas de dinero con la tractomula, hasta que cometió un error y fue capturado por contrabandear artículos, siendo detenido al llegar a Bucaramanga.
José del Carmen viajó hasta esa ciudad para resolver la situación legal de Armando y, buscando un abogado, conoció a Carmen Galán, quien trabajaba como secretaria y era 30 años menor que él.
Entre los asuntos legales y todo lo relacionado con el problema de su hijo, José del Carmen comenzó a salir con Carmen, se enamoró y, a tal punto, la trajo a vivir a Bogotá, decidiendo dejar a su familia, con quien llevaba más de 30 años.
Esta relación claramente no fue bien vista por sus hijos. Sin embargo, él siguió con Carmen, y en 1987 nació Diana Marcela.
Cuando la niña nació, José del Carmen quiso comprarle carros, casas y empezar a dejarle gran parte de su riqueza, lo cual provocó bastantes problemas entre todos sus hijos.
DECLARACIONES DE SAUL
En las audiencias, Saúl reveló una información crucial, mencionó que un hombre conocido como don José le había prometido pagarle 500.000 pesos por cometer el crimen, ante esta declaración, la fiscalía, la policía judicial y el DAS tomaron acción de inmediato, se interceptaron los teléfonos de los posibles sospechosos con el fin de obtener más detalles sobre las denuncias que Carmen Galán había formulado contra los medios hermanos de Diana Marcela.
El 12 de abril de 1994, Saúl fue detenido, y a partir de ese momento comenzaron a destaparse algunos aspectos clave del caso. Mientras tanto, los investigadores, siguiendo órdenes del fiscal, empezaron a tratar a la pareja sentimental de Saúl con extrema cautela, dondequiera que ella iba, era acompañada por ellos, intentando ganarse su confianza para obtener información valiosa.
Un día, mientras se dirigía a visitar a Saúl en prisión, ella entregó a los investigadores una tarjeta de presentación de un abogado, al reverso, había unos números casi ilegibles, escritos a mano por Saúl.
Los investigadores rastrearon esos números y, aunque estaban algo borrosos, lograron identificar dos teléfonos, uno a nombre de Luis y otro a nombre de Óscar, que coincidían con los nombres escritos en la tarjeta.
El 9 de mayo, Saúl decidió confesar, reveló que dos hombres, conocidos como don Luis y don Óscar, lo habían contratado para acabar con la vida de Carmen Galán y su hija, además, mencionó que había escuchado que estos dos individuos habían sido contratados por un médico, con esta nueva información, los investigadores ya contaban con datos clave que comenzaban a conectar diversas piezas del rompecabezas del crimen.
INICIO DE LA INVESTIGACIÓN: REVELACIONES DE SAÚL
En el transcurso de la investigación, Saúl, en un intento por proteger su propio interés, reveló un dato crucial, mencionó a un tal médico y comentó sobre la herencia de Diana Marcela, lo que despertó aún más las sospechas de los investigadores, tras obtener las ubicaciones aproximadas de los números telefónicos encontrados, se comenzaron a rastrear las llamadas.
Uno de los números correspondía a un inquilinato en una casa de Bosa, donde la policía dio con Luis Crisanto Vázquez Velosa, quien al ser interrogado reveló información clave, el otro número rastreado los condujo a una casa en Suba, donde vivía un contador con una hija llamada Grace, quien tenía antecedentes penales por el robo de obras de arte.
Durante la investigación, se descubrió que Grace era novia de un joven llamado Óscar de Jesús Vallejo, lo que conectó aún más a los involucrados en el crimen.
Con estos avances, los investigadores ya habían dado con Luis y Óscar, cuando Saúl empezó a confesar detalles del crimen, los agentes lograron encajar las piezas de un complicado rompecabezas, Saúl mencionó a un hombre con una cicatriz grande en la cara, que también había estado en prisión, y volvió a hacer referencia al médico que, aparentemente, había jugado un papel clave en los eventos que condujeron al homicidio.
Un giro más en la investigación ocurrió cuando Mary, la novia de Saúl, en una de sus visitas a la cárcel, entregó a las autoridades una carta que Saúl le había dado. El mensaje era claramente amenazante, en la carta, Saúl escribió, “Me tumbaron, sólo me dieron 60,000 pesos, con eso escasamente le compro un carro de perros a Mery. Si no me da más, recuerde que yo sé que tiene dos hijos”. Esta misiva fue dirigida a Luis Crisanto, el hermano de Saúl, lo que dejó claro que las tensiones familiares y las extorsiones estaban escalando rápidamente.
En paralelo, el abogado defensor de Saúl, un hombre conocido como Velázquez, mostró un comportamiento sospechoso, pues nunca permitía que Saúl estuviera solo con los fiscales ni que hablara libremente con los investigadores, lo que indicaba que podría tener más información sobre el caso de la que dejaba entrever.
Ante este panorama, la fiscalía ordenó un operativo para dar con el paradero de Luis Crisanto, y los investigadores sabían dónde encontrarlo, en un taller de mecánica llamado Fibras del Norte, ubicado en la transversal 99 con calle 58 Sur, en Bogotá.
Fue en ese lugar donde finalmente lo capturaron, en el momento de su detención, Luis aceptó su responsabilidad en el crimen de Diana Marcela.
CONEXIÓN FAMILIAR: LA REVELACIÓN DE LUIS Y ÓSCAR
Posteriormente, Luis Crisanto decidió colaborar con las autoridades y proporcionó detalles sobre cómo Óscar Vallejo estaba vinculado con el crimen, el 11 de mayo de 1994, durante su interrogatorio, Luis reveló que el verdadero nombre de Saúl no era ese, sino Carlos Vázquez, su propio hermano, esta revelación sacudió a los investigadores, ya que evidenció una conexión directa entre Saúl y los implicados en el asesinato, además, Luis mencionó que fue Óscar quien pagó una considerable suma de dinero para llevar a cabo el atentado y aportó un dato crucial, comprometió a los hermanos Caldas, Raúl y Armando, en la trama del crimen.
El 17 de mayo, la fiscalía ordenó la detención de Luis Crisanto y la captura de Raúl Caldas, el médico involucrado y considerado el autor intelectual del asesinato de Diana Marcela, sin embargo, los investigadores sabían que aún quedaban más cómplices por descubrir.
En las indagatorias a Luis Crisanto y Carlos (Saúl), surgió el nombre de una tercera persona implicada, Luis Alfonso Oliveros, quien había estado recluido en la cárcel por extorsión, fue capturado el 27 de julio de 1994, y tras su arresto, admitió su participación en el crimen.
El último de los implicados en el asesinato, Óscar de Jesús Vallejo, fue arrestado a principios de septiembre de 1994, Óscar desempeñó un papel fundamental en la organización del crimen, actuando como el enlace entre todos los involucrados.
El 4 de noviembre de 1994, siete meses después del doble homicidio, los implicados fueron llamados a juicio, durante el proceso judicial, se concluyó que el móvil del crimen fue evitar que Diana Marcela heredara los bienes de su padre, José del Carmen Caldas, quien había amasado una considerable fortuna. El médico Raúl Caldas fue identificado como el autor intelectual del asesinato.
Las investigaciones revelaron que el asesinato de la niña fue planeado utilizando la figura legal de la conmoriencia, que establece la muerte simultánea del heredero y quien lo sucede, con el fin de romper la cadena hereditaria.
Esta estrategia habría permitido a los hermanos mayores de los Caldas quedarse con toda la fortuna que, de otro modo, habría sido heredada por Diana Marcela.
De este modo, se desveló que el crimen fue un intento calculado de alterar la sucesión de los bienes familiares.
QUÉ PASO CON LOS CALDAS?
La carta amenazante que Saúl entregó a su hermano Luis Crisanto dejó claro que sabía sobre los hijos de su hermano y amenazaba con hacerles daño si no se le pagaba más dinero por su implicación en el crimen. Esta carta se convirtió en una pieza clave para entender el carácter extorsivo y manipulador de Saúl, cuyo verdadero nombre, Carlos Vázquez, había permanecido oculto hasta ese momento, a lo largo de la investigación, la identidad de Saúl fue un misterio tan grande que ni siquiera su novia, Mary, conocía la verdad sobre él.
Tras el fallecimiento de José del Carmen Caldas, surgió un conflicto legal entre los hermanos Caldas González y Carmen, la madre de Diana Marcela, por la herencia de la niña, los hermanos Caldas intentaron ocultar bienes de su padre para evitar que la niña recibiera lo que le correspondía.
Carmen, ante esta situación, interpuso una tutela y se dirigió a las autoridades, pues Diana Marcela estaba pasando necesidades y ella no contaba con los recursos económicos para mantenerla.
El conflicto se intensificó cuando los hermanos Caldas le ofrecieron a Carmen un arreglo económico en el que le permitirían quedarse con un Mercedes-Benz, una casa, una bodega y 70 millones de pesos en efectivo, aunque esta suma de dinero equivalía a unos 350 millones de pesos en la época, Carmen rechazó la oferta, pues consideraba que su hija merecía mucho más, al menos 1,000 millones de pesos, y no aceptó ese trato.
Este acuerdo fallido desencadenó una serie de amenazas, manipulaciones de títulos de propiedad y esfuerzos por ocultar bienes. La situación culminó en el atroz crimen del 7 de abril de 1994, que dejó a todos los involucrados frente a la justicia.
LA CONDENA
Las condenas iniciales para los responsables del crimen fueron de 40 años, una pena significativa que reflejaba la gravedad del caso, sin embargo, lo que parecía una sentencia severa dio un giro inesperado debido a una reforma en el código penal colombiano, esta reforma, que se implementó en 2001, introdujo la posibilidad de reducir las penas de los condenados que cumplían ciertos requisitos, como el comportamiento ejemplar en prisión o la colaboración con la justicia.
En este caso, varios de los implicados en el crimen se beneficiaron de esta reforma, lo que resultó en una reducción significativa de sus penas, a pesar de la brutalidad de los crímenes cometidos, las leyes penales favorecieron a los acusados, quienes pudieron acceder a la libertad mucho antes de lo que se esperaba inicialmente.
Aunque las condenas originales fueron de 40 años, la reforma permitió que los implicados pudieran salir en libertad tras cumplir menos de 20 años de prisión. Este hecho causó una gran controversia y molestia entre la sociedad y los familiares de las víctimas, quienes consideraban que los responsables no habían pagado adecuadamente por sus acciones.
El 2010 marcó el año en que todos los implicados en el crimen salieron en libertad, después de cumplir penas mucho más cortas que las que se esperaban al inicio del juicio.