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LA MALDICIÓN DE POPAYÁN

01/02/2025
popayan

La MALDICIÓN de POPAYÁN. ¿Serán casualidades o ya estaba escrito?

La ciudad de Popayán, situada en el departamento del Cauca, ha sido escenario de numerosos eventos históricos que la han marcado profundamente. Desde su fundación en 1537 por Sebastián de Belalcázar, la ciudad ha sido un símbolo de la colonización española en el territorio que ocupaban los pueblos indígenas paeces, conocidos también como nasa.

Esta región, que forma parte del territorio ancestral de los paeces, fue un centro de resistencia contra la invasión europea, pero también fue escenario de terribles episodios de violencia, despojo y sufrimiento para sus habitantes originarios.

Durante la época de la conquista española, los pueblos indígenas del Cauca vivieron una de las etapas más dolorosas de su historia, enfrentándose a la explotación, el trabajo forzado y la persecución religiosa impuesta por los colonizadores.

En particular, los paeces resistieron con valentía a la ocupación de sus tierras, luchando ferozmente en diversas batallas para evitar ser sometidos, sin embargo, la violencia de los conquistadores fue inquebrantable, y las consecuencias de esta resistencia no solo fueron el exterminio físico, sino también una imposición cultural que cambió para siempre la vida de estos pueblos.

En un contexto de desesperación y sufrimiento, las leyendas populares han ido tejiendo una historia alrededor de los eventos ocurridos en la ciudad de Popayán, sobre todo aquellos que parecen estar marcados por una serie de desastres inexplicables, se habla de una maldición que los líderes indígenas, en su último aliento de resistencia, habrían invocado para castigar a la ciudad por las injusticias sufridas, esta maldición se ha convertido en un símbolo cultural de las tragedias que han sacudido a Popayán a lo largo de los siglos, desde terremotos devastadores hasta catástrofes naturales y humanas que parecen repetir un ciclo de sufrimiento sin fin.

Lo que empezó como una manifestación de resistencia indígena a la colonización, hoy día sigue siendo una parte fundamental de la identidad de los habitantes de Popayán, la maldición de Popayán, más allá de ser un simple mito, simboliza la memoria histórica de una población que ha sido sometida, pero que ha encontrado en su cultura y leyendas una forma de hacer frente al olvido histórico.

Aunque las causas de los desastres que han afectado a la ciudad pueden explicarse científicamente, la maldición sigue viva en las narrativas orales, los relatos populares y las reflexiones de aquellos que no quieren que la historia de los pueblos indígenas se borre o se olvide.

A través de la leyenda de la maldición de Popayán, no solo se narra la historia de un pueblo sometido, sino también la de una resistencia que ha perdurado en el tiempo, recordando a las nuevas generaciones que las injusticias cometidas en el pasado nunca deben ser olvidadas, y que la lucha por la memoria histórica y los derechos indígenas continúa siendo una causa vigente.

DESASTRES NATURALES

TERREMOTOS – EL SELLO DE LA MALDICIÓN

Santuario de belen

Popayán se encuentra en una de las zonas de mayor actividad sísmica en Colombia, debido a la interacción de las placas tectónicas de Nazca y Sudamérica, que generan frecuentes movimientos telúricos.

A pesar de la explicación geológica, muchas personas creen que la recurrencia e intensidad de estos sismos son la manifestación tangible de la maldición que los indígenas paeces lanzaron sobre la ciudad, a lo largo de los siglos, Popayán ha sido golpeada por terremotos devastadores que han dejado muerte, destrucción y una sensación de fatalidad entre sus habitantes.

Terremoto de 1736 fue uno de los primeros grandes sismos registrados en la ciudad, aunque los registros históricos de la época son escasos, se sabe que destruyó varias de las iglesias coloniales y edificaciones emblemáticas de Popayán, las crónicas de entonces narraban el pánico de los habitantes, quienes veían en esta tragedia un castigo divino o sobrenatural, algunos sacerdotes locales reforzaron esta idea al afirmar que el desastre había sido provocado por la falta de fe y los pecados de la población.

A finales del siglo XIX, otro gran terremoto en 1873 sacudió Popayán, causando daños tan graves que la ciudad tuvo que ser prácticamente reconstruida, este evento alimentó aún más la creencia en la maldición, ya que parecía imposible que un lugar tan pequeño sufriera desgracias repetidas de tal magnitud. En la cultura popular de la época, se empezó a decir que Popayán estaba destinada a caer una y otra vez.

El 31 de marzo de 1983, Popayán sufrió uno de los peores terremotos de su historia, con una magnitud de 5.5 grados y una profundidad de 17 kilómetros, lo que lo hizo extremadamente destructivo, más de 300 personas murieron, cientos resultaron heridas y el casco histórico quedó reducido a escombros, este terremoto fue especialmente significativo porque ocurrió en Semana Santa, una de las festividades más importantes de la ciudad.

El simbolismo de este desastre fue devastador para la comunidad religiosa de Popayán, que cada año organiza una de las procesiones más tradicionales de América Latina, el terremoto destruyó varias iglesias coloniales, algunas con siglos de historia, y causó el colapso de construcciones emblemáticas. Para muchos, este evento confirmó la maldición, ya que parecía un castigo justo cuando la ciudad se encontraba en su máximo fervor religioso.

EL INCENDIO DE 1825

Santuario de belen ´POPAYAN

Además de los terremotos, Popayán ha sido golpeada por otros desastres, uno de los más recordados es el incendio de 1825, que destruyó una gran parte del centro urbano, este fuego arrasó con edificios coloniales, documentos históricos y propiedades valiosas de la aristocracia payanesa.

Los incendios en Popayán han sido recurrentes, lo que ha reforzado la idea de que la ciudad está bajo una maldición. Algunos de los más recordados son:

  • Incendio del Convento de San Francisco, ocurrió en el siglo XIX y acabó con una de las edificaciones más emblemáticas de la ciudad.
  • Fuegos en la Catedral Basílica, la catedral ha sido afectada por incendios en varias ocasiones, lo que ha alimentado la creencia en la maldición.

En el imaginario colectivo, estos incendios han sido interpretados como otra prueba de que una fuerza oculta busca reducir Popayán a cenizas una y otra vez.

INUNDACIONES Y DESLIZAMIENTOS

inundacion popayan

La geografía de Popayán la hace vulnerable a desastres naturales relacionados con el agua y la tierra, al estar ubicada en una región montañosa, con ríos y valles, la ciudad ha experimentado inundaciones y deslizamientos que han cobrado vidas y destruido barrios enteros.

Uno de los episodios más recordados ocurrió en 1994, cuando lluvias torrenciales provocaron un deslizamiento masivo en las zonas rurales, dejando decenas de muertos, en otras ocasiones, el río Molino, que atraviesa la ciudad, ha salido de su cauce y ha inundado sectores históricos, causando graves daños.

Aunque estos eventos tienen explicaciones científicas, muchos habitantes han visto en ellos una maldición en acción, la idea de que Popayán está condenada a ser sacudida por terremotos, arrasada por el fuego y golpeada por el agua sigue viva en la cultura popular.

Santuario de belen

Popayán, como muchas ciudades coloniales, fue también el epicentro de la lucha política a lo largo de la historia de Colombia, la ciudad ha sido testigo de varias crisis sociales y políticas, como las guerras de independencia y las luchas internas que siguieron.

La elite colonial, que se benefició de la explotación de los recursos y del trabajo de los indígenas y afrodescendientes, siempre tuvo un poder considerable, mientras que las clases populares fueron marginadas.

Es en este contexto de desigualdad social y conflictos de clases que algunos historiadores y sociólogos han sugerido que la leyenda de la maldición refleja, en gran medida, el sentimiento de frustración y resentimiento de las clases populares hacia las élites.

La idea de la maldición se convierte en una explicación popular para justificar los ciclos de sufrimiento y tragedia que parecen golpear a la ciudad de manera recurrente.

RELIGIÓN – SUPERSTICIÓN Y FE

POPAYAN 1983

En una ciudad profundamente católica como Popayán, donde la fe y la tradición religiosa han moldeado su identidad a lo largo de los siglos, la idea de una maldición ancestral adquiere una connotación aún más compleja. La Semana Santa de Popayán, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es el reflejo de una devoción que ha trascendido generaciones.

Sin embargo, el terremoto de 1983, ocurrido precisamente durante esta festividad, hizo que muchos habitantes reinterpretaran la catástrofe como un castigo divino.

Para la mentalidad de una sociedad donde la religión es un pilar fundamental, la coincidencia entre un evento sísmico devastador y una de las semanas más sagradas del calendario católico no podía ser solo una casualidad.

Algunos vieron en este desastre una advertencia celestial, un recordatorio de que el pecado y la soberbia humana debían ser castigados, este sentimiento se reforzó cuando las principales iglesias de la ciudad, símbolos de la fe y la historia de Popayán, quedaron en ruinas.

LOS SANTOS PROTECTORES Y LA LUCHA CONTRA EL DESTINO

Ante la constante amenaza de desastres naturales, la población ha buscado refugio en la fe y en la protección de los santos. A lo largo de los siglos, Popayán ha desarrollado un fuerte culto a figuras religiosas que son vistas como guardianes de la ciudad, entre ellos destacan:

  • San Sebastián: Considerado un protector contra las epidemias y las calamidades, su intercesión ha sido invocada en momentos de crisis. Su devoción en Popayán se remonta a la época colonial, cuando los habitantes le atribuían milagros relacionados con la salvación de la ciudad en tiempos de enfermedad y destrucción.
  • Nuestra Señora de la Asunción: Patrona de la ciudad, a ella se le han encomendado oraciones y procesiones para pedir protección frente a terremotos e incendios. Tras cada catástrofe, las comunidades locales han promovido misas de acción de gracias y procesiones en su honor, rogando por la reconstrucción y la salvación de Popayán.

El papel de estos santos no solo ha sido simbólico, sino que ha motivado la realización de rituales comunitarios donde la fe se convierte en una herramienta para resistir la adversidad. Después de cada desastre, los habitantes se han reunido en iglesias y plazas para elevar plegarias, pedir perdón por los pecados de la ciudad y buscar una redención que mitigue el peso de la maldición.

PROCESIONES EN SEMANA SANTA

semana santa popayan

Las procesiones de Semana Santa son el evento religioso más importante de Popayán y uno de los más antiguos de América Latina, pues cada año, durante esta celebración, imponentes imágenes de Cristo, la Virgen María y los santos recorren las calles, acompañadas por devotos vestidos de blanco en un ambiente de solemnidad y penitencia.

Después del terremoto de 1983, estas procesiones adquirieron un significado aún más profundo, pues muchos habitantes sintieron que debían reforzar su devoción para evitar que Popayán sufriera un nuevo desastre.

Desde entonces, se ha hablado siempre de la importancia de mantener la fe viva, ya que algunos creen que, si la ciudad abandona su fervor religioso, la maldición volverá con más fuerza.

En la mentalidad popular, la Semana Santa no es solo una celebración, sino también un acto de expiación, una oportunidad para pedir misericordia y demostrar que la ciudad aún es digna de protección divina.

A lo largo de los siglos, Popayán ha sido destruida y reconstruida en múltiples ocasiones, para algunos, esto es solo el reflejo de una ubicación geológica inestable y de los desafíos de una ciudad histórica.

Para otros, es la manifestación de una fuerza superior, sea una maldición ancestral o la prueba de que Popayán está atrapada en un ciclo de penitencia y redención.

Lo cierto es que, más allá de las explicaciones científicas o religiosas, la historia de Popayán es una historia de resistencia, sus habitantes, armados con su fe y su cultura, han encontrado en la religión un escudo simbólico contra la fatalidad, transformando cada tragedia en una oportunidad para fortalecer su identidad y su sentido de comunidad.

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