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El 4 de diciembre de 1939, a las 10 de la mañana, el sacerdote Isaac Fernández, tras haber sido ultrajado por los habitantes de la antigua Guatavita, pronunció una enigmática frase: “Dentro de 40 años habrá desaparecido Guatavita, y sólo se verán las torres que animarán las garzas”.
Menos de 30 años después, en 1967, la cabecera principal del pueblo empezó a hundirse debido a la creación del embalse de Tominé, perdiéndose bajo sus aguas. Hoy en día, lo único que queda visible es la punta del antiguo obelisco, recordando lo que algunos consideran una maldición y otros, una simple casualidad del destino.
GUATAVITA: El pueblo que DESAPARECIÓ bajo el AGUA 🌊 | ¿Maldición o destino? | Pao Pineda
ANTIGUA GUATAVITA
Antes de su desaparición, Guatavita la Vieja era hogar de aproximadamente 1,260 personas, ubicada en el altiplano cundiboyacense, en la región andina de Colombia, donde hoy se extiende el embalse de Tominé, este municipio de Cundinamarca se situaba a unos 53 kilómetros al noreste de Bogotá.
Su arquitectura colonial, con calles empedradas y casas de fachadas blancas adornadas con balcones de madera, reflejaba su herencia histórica y cultural, además de su belleza escénica, el pueblo era reconocido por su cercanía con la laguna de Guatavita, un lugar sagrado para los muiscas, cuya leyenda de El Dorado atrajo durante siglos a exploradores y aventureros.
La comunidad de Guatavita la Vieja estaba conformada en su mayoría por agricultores, comerciantes y artesanos, sus habitantes cultivaban productos como papa, maíz y cebada, y complementaban su economía con la ganadería y la producción de tejidos y cerámica.
Sus festividades, que incluían celebraciones religiosas y eventos folclóricos, eran parte esencial de la vida cotidiana, fortaleciendo la identidad del pueblo y preservando tradiciones transmitidas de generación en generación.
A inicios de los años 60, el pueblo enfrentó un grave problema, su cabecera municipal comenzó a inundarse debido al aumento del caudal del río Bogotá, la combinación de la topografía irregular del terreno y la ausencia de sistemas adecuados de drenaje hizo que la situación se volviera insostenible.
Las lluvias constantes y el crecimiento del río generaron filtraciones que afectaron los cimientos de muchas viviendas, poniendo en riesgo no solo las edificaciones, sino también los medios de subsistencia de sus habitantes.
Ante esta situación, el gobierno colombiano decidió emprender un ambicioso proyecto de infraestructura para garantizar el suministro de agua y energía a la región, la construcción de un embalse de mayor capacidad.
En 1964, con la expansión de la presa de Tominé, se determinó que la zona donde estaba asentado el pueblo debía ser cubierta por las aguas, como consecuencia, los habitantes fueron reubicados en un nuevo asentamiento, diseñado y construido para preservar, en la medida de lo posible, la esencia y el estilo arquitectónico de Guatavita la Vieja.
CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA GUATAVITA
En noviembre de 1964, se inició la construcción de la Nueva Guatavita, un ambicioso proyecto arquitectónico y urbanístico cuyo objetivo era ofrecer a los habitantes del antiguo pueblo un nuevo hogar que preservara, en la medida de lo posible, su identidad y su estilo de vida.
Para ello, la nueva localidad fue diseñada con un trazado ordenado, plazas amplias y casas de fachadas blancas con techos de teja, evocando la arquitectura colonial característica de Guatavita la Vieja, se buscó no solo replicar su belleza, sino también dotarla de mejores servicios e infraestructura moderna, asegurando que la comunidad pudiera desarrollarse de manera sostenible en su nuevo entorno.
En 1967, luego de varios años de planificación y construcción, los habitantes del antiguo pueblo recibieron la notificación oficial de que debían desalojar, la noticia, aunque esperada, no dejó de causar un profundo impacto en la comunidad. Se les compensó económicamente por sus propiedades y se organizó un traslado en fases para garantizar un proceso lo más ordenado posible.
No se trataba simplemente de pedirles que abandonaran sus hogares; el gobierno, en colaboración con diversas entidades, procuró que la reubicación incluyera soluciones habitacionales dignas y oportunidades para adaptarse a la nueva realidad, a pesar de estos esfuerzos, muchas familias enfrentaron dificultades emocionales y económicas, ya que la mudanza no solo significaba un cambio de residencia, sino también la pérdida de un entorno lleno de recuerdos y tradiciones transmitidas por generaciones.
En agosto de 1967, dio inicio el proceso de evacuación, durante aproximadamente dos meses, los habitantes fueron trasladándose progresivamente a la Nueva Guatavita, mientras veían cómo las tierras que durante siglos habían sido su hogar se preparaban para quedar sumergidas.
Finalmente, el 15 de septiembre de 1967, las compuertas del embalse de Tominé comenzaron a cerrarse, permitiendo que el agua avanzara sobre la cabecera municipal, día tras día, las casas, las calles y los espacios que alguna vez fueron el centro de la vida comunitaria desaparecieron bajo el agua.
A medida que el nivel del embalse aumentaba, un solo vestigio de Guatavita la Vieja permaneció visible, un obelisco erigido en memoria del pueblo sumergido, este monumento, que aún se alza sobre las aguas del embalse de Tominé, se convirtió en un símbolo de la historia de la región, recordando a quienes habitaron aquel lugar y el sacrificio que implicó su desaparición en nombre del progreso.
EL CEMENTERIO DE GUATAVITA
Los cementerios, por razones que desafían la lógica, parecen tener una resistencia inexplicable a los desastres naturales, en el caso de la antigua Guatavita, el camposanto, que en teoría debía quedar sumergido junto con el resto del pueblo, logró mantenerse intacto, convirtiéndose en el único vestigio tangible de la comunidad que una vez floreció a orillas del río Bogotá.
A pesar de estar incluido en la lista de lugares que quedarían bajo el agua, por razones aún debatidas, el cementerio nunca fue cubierto por el embalse de Tominé.
Algunos argumentan que un cambio en los cálculos del proyecto hidroeléctrico dejó el área ligeramente por encima del nivel de inundación, mientras que otros creen que se trató de una decisión deliberada para preservar el sitio donde descansaban los antepasados de la comunidad. Sea cual sea la razón, lo cierto es que el antiguo camposanto se mantiene en pie y puede ser visitado por aquellos que se aventuran a buscarlo.
Llegar hasta el cementerio no es tarea sencilla, el acceso es complicado, con caminos irregulares que solo unos pocos vehículos pueden transitar, la falta de señalización y la densa vegetación que ha crecido con los años hacen que encontrarlo sea casi una expedición en sí misma. Sin embargo, quienes logran alcanzarlo se encuentran con un lugar sobrecogedor, lápidas envejecidas por el tiempo, cruces corroídas y un silencio profundo que contrasta con la inmensidad del embalse que se extiende a su alrededor.
La extraña supervivencia del cementerio ha dado origen a numerosas leyendas locales, algunos pobladores aseguran que una fuerza sobrenatural impidió que el agua lo cubriera, como si las almas de los antiguos habitantes se hubieran resistido a ser desplazadas.
Otros afirman que es una muestra de la protección divina sobre los difuntos, un mensaje de que la memoria del pueblo no puede ser borrada por completo, cualquiera que sea la explicación, el cementerio de la antigua Guatavita sigue siendo un testimonio silencioso de la historia que yace sumergida bajo las aguas del embalse de Tominé.
CONSECUENCIAS DE LA INUNDACIÓN
Algunas personas que vivieron en la antigua Guatavita afirman que el pueblo no quedó completamente sepultado de inmediato, se dice que, durante un tiempo, cuando el nivel del embalse aún no había alcanzado su punto máximo, algunas estructuras aún eran visibles bajo el agua, como si se resistieran a desaparecer.
Esta visión desgarradora llevó a muchos antiguos habitantes a la orilla del embalse para contemplar, entre lágrimas, lo que quedaba de sus hogares, atrapados en las profundidades del agua, las ruinas sumergidas se convirtieron en un símbolo de duelo y nostalgia, un recordatorio tangible de lo que habían perdido.
Para evitar que esta escena prolongara el sufrimiento de la comunidad, el gobierno local tomó una decisión drástica, hundir por completo las construcciones restantes, utilizando maquinaria pesada y explosivos en algunos casos, se aseguraron de que ninguna edificación sobresaliera del agua, con ello, se pretendía marcar un cierre definitivo a la historia de la antigua Guatavita y fomentar la adaptación de sus habitantes a la nueva localidad.
Sin embargo, la desaparición del pueblo no fue vista como una tragedia por todos, mientras algunas familias lamentaban la pérdida de su hogar y el desarraigo de generaciones, otros consideraron el cambio como una oportunidad para el progreso, con mejores condiciones de infraestructura, servicios y un diseño más moderno pero fiel a la esencia colonial, la Nueva Guatavita representaba un nuevo comienzo.
Hoy en día, la nueva Guatavita se ha convertido en un importante destino turístico que atrae a visitantes de todo el mundo, su arquitectura colonial, con calles bien trazadas y edificios de estilo tradicional, evoca la esencia del antiguo pueblo, mientras que la cercanía con el embalse de Tominé le da un atractivo único. Sus plazas, mercados y comercios están llenos de vida, con hoteles, restaurantes y actividades que invitan a los viajeros a conocer su historia y disfrutar del espectacular paisaje andino.
Desde deportes acuáticos hasta recorridos históricos, la Nueva Guatavita ha sabido reinventarse, convirtiéndose en un lugar vibrante donde el pasado y el presente coexisten, recordando a quienes la visitan que, aunque la antigua Guatavita yace bajo el agua, su legado sigue vivo.
DATOS CURIOSOS DEL EMBALSE DE TOMINÉ
El Embalse de Tominé es una de las principales reservas de agua de la región andina de Colombia, ubicado en el altiplano cundiboyacense, a aproximadamente 70 kilómetros al noreste de Bogotá. Su construcción en la década de 1960 cambió radicalmente el paisaje y la vida de los habitantes de la zona, pues para su creación fue necesario inundar la antigua Guatavita, un pueblo con una rica historia y una fuerte identidad cultural.
Dimensiones y Características
Este embalse artificial se extiende a lo largo de 18 kilómetros, con un ancho promedio de 4 kilómetros y una profundidad máxima de 38 metros. Su vasta superficie lo convierte en un elemento imponente dentro del paisaje de la región, reflejando los cielos y las montañas que lo rodean.
Su capacidad de almacenamiento es crucial para garantizar el abastecimiento de agua en la sabana de Bogotá y para regular el caudal del río Bogotá, evitando inundaciones en épocas de lluvias intensas.
Municipios que Abarca
El embalse se encuentra dentro del territorio de tres municipios del departamento de Cundinamarca:
- Guatavita, reconocido por su historia y la nueva población que fue construida tras la inundación del pueblo original.
- Sesquilé, un municipio con gran valor histórico, ya que alberga la famosa Laguna de Guatavita, cuna de la leyenda de El Dorado.
- Tibirita, una localidad con fuerte tradición agrícola que también se ha beneficiado del desarrollo turístico que ha traído el embalse.
Propósito y Función
El embalse de Tominé fue diseñado con un doble propósito:
Regular el caudal del río Bogotá, controlando el flujo de agua y reduciendo el riesgo de inundaciones en zonas bajas, especialmente en la sabana de Bogotá.
Servir como reserva de agua para la capital del país y los municipios aledaños, garantizando el suministro en temporadas de sequía.
Además, con el paso del tiempo, el embalse ha adquirido un importante valor recreativo y turístico, hoy en día, es un destino popular para la práctica de deportes acuáticos como la vela y el esquí náutico, así como para el ecoturismo y el avistamiento de aves. Sus alrededores han sido aprovechados para la construcción de fincas, clubes y miradores, convirtiéndolo en un punto de interés para viajeros nacionales e internacionales.
A pesar de su importancia como fuente hídrica y su atractivo turístico, el embalse de Tominé sigue siendo un recordatorio de la historia de Guatavita la Vieja, un pueblo que quedó bajo sus aguas pero que aún vive en la memoria de quienes lo habitaron.
¿MALDICIÓN?
El caso de Guatavita no es el único en el que una supuesta maldición parece haber sellado el destino de un pueblo, a lo largo de la historia, han existido advertencias que, ignoradas o desestimadas, se han cumplido trágicamente, dejando en su estela la incertidumbre sobre si fueron meras coincidencias o si realmente había algo más detrás de ellas.
Uno de los casos más impactantes en Colombia es el de Armero. Durante años, se hicieron advertencias sobre el peligro latente del volcán Nevado del Ruiz, pero la población no fue evacuada a tiempo, la devastadora erupción de 1985 generó una avalancha de lodo y ceniza que sepultó a miles de personas, convirtiéndose en una de las tragedias más recordadas del país, algunos relatos afirman que la ciudad estaba marcada por una maldición ancestral, una predicción de que un castigo caería sobre sus habitantes.
Otro caso similar es el de Popayán, donde un fuerte terremoto en 1983 destruyó gran parte de la ciudad, cumpliendo las advertencias de quienes aseguraban que un desastre natural se avecinaba, al igual que en Armero y Guatavita, la historia de Popayán está rodeada de relatos sobre señales ignoradas y presagios que parecían anunciar su desgracia.
Entonces, surge la gran pregunta: ¿Realmente estas profecías tienen algún tipo de poder o son solo coincidencias? En el caso de Guatavita, algunos sostienen que su desaparición bajo el embalse de Tominé fue simplemente una consecuencia del desarrollo y la modernización. Sin embargo, otros creen que la maldición pronunciada por un sacerdote, quien habría advertido que el pueblo sería tragado por el agua marcó un destino inevitable.